Detroit (EE.UU.), 18 may (EFE).- El presidente estadounidense, Joe Biden, vuelve a llevar este domingo su campaña a un terreno pantanoso: Míchigan, estado que impulsó el voto en blanco en su contra por el apoyo de su Gobierno a Israel en la guerra de Gaza, pero que le resulta crucial en su intento por renovar mandato.
Míchigan concentra una de las mayores comunidades árabes de Estados Unidos y fue el primero en el que esas papeletas en blanco pusieron en jaque a Biden en las primarias demócratas que se celebraron allí el 27 de febrero.
Hubo más de 100.000 votantes que expresaron su oposición de esa manera y en dos localidades en torno a Detroit, Dearborn y Hamtramck, donde los estadounidenses de origen árabe y musulmanes rondan la mitad de población, ese voto vacío ganó.
Esos resultados se presentaron como una advertencia: en 2020, el ahora presidente se impuso allí por apenas 154.000 votos frente al republicano Donald Trump (2017-2021), quien a su vez había hecho que ese estado cambiara de color político en 2016 al arrebatárselo a Hillary Clinton por menos de 12.000 votos.
Porque Míchigan forma parte del llamado “muro azul” de Estados Unidos, que incluye a aquellos estados que desde 1992, salvo excepciones en 2016, han votado demócrata. Y, junto a Pensilvania y Wisconsin, es determinante para su eventual permanencia en la Casa Blanca.
Esos tres forman parte de la región industrial que impulsó al país el siglo pasado y Biden vuelve allí por tercera vez este año, esta vez con un as bajo la manga. Esta semana anunció nuevos aranceles sobre importaciones chinas por valor de 18.000 millones de dólares y perjudicó especialmente a los vehículos eléctricos de ese país, con gravámenes que pasarán del 25 % al 100 %.
En Míchigan tienen sede Ford, General Motors, Stellantis y el sindicato automovilístico UAW, el mayor de Estados Unidos. El líder de esa organización, Shawn Fain, le dio su apoyo en enero, pero ese respaldo puede que no se traslade a las bases en noviembre.
Con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, bajo el mandato entonces del demócrata Bill Clinton (1993-2001), ese estado y la industria de automoción, que nació allí, tiene la percepción de que perdieron ventaja competitiva, explica a EFE Jenna Bednar, politóloga de la Universidad de Míchigan.
“Hay un resentimiento al Partido Demócrata que se remonta a la época de Clinton”, señala la profesora de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, alertando de que no se puede dar por descontado ese apoyo.
Ni ese respaldo, ni el de los jóvenes o el de los estadounidenses de origen árabe, tal y como ha quedado claro con las protestas universitarias que desde hace un mes se han extendido por todo el país en apoyo a los palestinos.
“Estamos tratando de mandarle un mensaje muy claro: tiene que cambiar el curso en lo que se refiere al apoyo incondicional que está dando a Israel, porque si no lo hace él mismo está corriendo el riesgo de poner nuestra democracia en peligro porque no está llegando al apoyo que necesita para ganar la elección en noviembre”, dice a EFE el subdirector de Our Revolution, Paco Fabián.
Ese grupo fue fundado en 2016 por el legislador izquierdista Bernie Sanders y se ha sumado a los llamamientos en favor al voto en blanco en las primarias. “Biden tiene que hacer el trabajo para ganarse el apoyo. Nosotros no le damos cheque en blanco a nadie”, advierte.
La campaña del mandatario demócrata en Detroit no se limitará de hecho al presidente. Este sábado tienen actos electorales la primera dama, Jill Biden, y el segundo caballero, Douglas Emhoff, mientras que el domingo él participará en un mitin y en una cena de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP).
De momento, las encuestas se decantan allí ligeramente a favor de Trump. Según la media de sondeos de la web FiveThirtyEight, este le aventaja por menos de un punto porcentual, con el 41,4 % de las intenciones de voto.