Bucaramanga (Colombia), 16 jun (EFE).- Miles de aficionados dieron este domingo en Bucaramanga, capital del departamento colombiano de Santander, una apoteósica bienvenida al equipo de fútbol la ciudad que el sábado se coronó en Bogotá campeón de la liga profesional por primera vez en 75 años.
En un emocionante partido de vuelta que se alargó hasta los penaltis, Atlético Bucaramanga le ganó 6-5 a Santa Fe en la tanda de tiros desde los doce pasos, luego del empate global 3-3.
Para los seguidores del Leopardo, vestidos de verde y amarillo, el título es una hazaña épica y por eso colmaron la carretera que conduce del aeropuerto a la ciudad.
También por eso elevan a la categoría de héroes a los integrantes del equipo, en especial al técnico venezolano Rafael Dudamel y al arquero Aldair Quintana, que anoche atajó el disparo de Agustín Rodríguez y luego el definitivo de Julián Millán, con lo cual dieron rienda suelta al grito de campeón.
A partir de ese momento comenzó la celebración de los santandereanos, que siguió de largo y continúo hoy en el estadio Américo Montanini, antes conocido como Alfonso López, que se llenó hasta las banderas con más de 25.000 almas que rindieron honores a los suyos.
En el avión que trajo al equipo campeón desde Bogotá y que fue recibido con un arco de agua hecho por los bomberos del aeropuerto Palonegro, hubo celebración a ritmo de cumbias, mientras que el técnico Dudamel levantaba el trofeo que los acredita como campeones.
Entrada triunfal en carro de bomberos
La confianza en el equipo se evidenció cuando el alcalde de Bucaramanga, Jaime Andrés Beltrán, le dio las llaves de la ciudad a Dudamel antes de que se clasificara a la final.
“La estrella que faltaba en el firmamento ya está en Bucaramanga.¡Llegaron nuestros campeones! Vamos a festejar porque nos lo merecemos”, escribió hoy en su cuenta de X el mandatario
Además del título, Bucaramanga se convirtió en el primer equipo colombiano que logra el cupo a la Copa Libertadores de 2025. La primera vez que los Leopardos estuvieron en ese torneo fue en 1998, por haber quedado subcampeones de la liga 96/97 y llegó a octavos de final.
Nada más aterrizó el vuelo en el Palonegro la gente vitoreó a sus jugadores y comenzó un caravana de automóviles, motos y bicicletas que terminó en las afueras del Américo Montanini, fortín de los búcaros, todo en medio de un río humano que por momentos no dejaba avanzar al carro de bomberos que, escoltado por la Policía, intentaba abrirse paso entre la multitud llevando al equipo y su trofeo.
Montanini, que nació en Argentina y luego se nacionalizó colombiano, fue goleador de la liga colombiana en 1958, año en el que con el Atlético Bucaramanga marcó 38 goles con lo que se convirtió en ídolo del equipo. El delantero murió en Bucaramanga en noviembre del año pasado.
A lo largo del recorrido de casi ocho kilómetros entre el aeropuerto y el estadio, la gente izó banderas del departamento de Santander y del equipo entre vivas y el ruido de cornetas.
Desde el carro de bomberos los jugadores correspondieron a sus hinchas levantando la mano y la copa, ese trofeo que demoró 75 años para llegar a la vitrina del equipo.
En el estadio
Ya entrada la tarde, los jugadores llegaron al estadio en el que la afición, como lo hizo a lo largo del campeonato, copó las tribunas entonando cánticos de alegría por tener al equipo campeón.
Para unos, Quintana fue “el mejor”, Fredy Hinestroza estuvo como el mejor “guerrero”, Daniel Mosquera fue “imparable en el ataque” y Dudamel es el “mejor técnico que ha tenido el equipo”.
Tampoco olvidaron a Juan Camilo Mosquera, Jefferson Mena, Carlos Romaña, Carlos Henao, Santiago Jiménez, Fabry Castro, Jean Colorado y, por supuesto, al argentino Fabián Sambueza, que se “pasó de calidad”.
No faltaron los discursos, entre ellos el del alcalde Beltrán, que decretó que este lunes sea día cívico en la ciudad para que sus habitantes sigan celebrando el primer título de campeón del Atlético Bucaramanga.
Para la afición quedaron atrás los tres descensos del equipo a la Primera B, una división a la que nunca piensan regresar, y menos después del título que acaba darles la primera estrella en su escudo.