Washington, 14 sep (EFE).- Adicto confeso a las drogas, con una vida de escándalos sentimentales y negocios turbios en China o Ucrania, Hunter Biden, el hijo díscolo del presidente de Estados Unidos, suma un nuevo episodio a su vida rebelde: una imputación por haber comprado ilegalmente un arma por la que podía ir a prisión.
Y, como ya sucedió en la campaña de las elecciones a la presidencia del año 2020, su vuelta a la primera línea informativa amenaza con complicarle el camino de la reelección a Joe Biden, principal -y casi única- apuesta demócrata para los comicios de 2024.
Hunter Biden fue imputado este jueves por mentir al adquirir un revólver, al decir que no era consumidor de drogas. Se enfrenta a un máximo de 25 años de cárcel.
Pese a los intentos por evitar el tema, la Casa Blanca ha dejado claro que Biden y su esposa, Jill Biden, “aman” a Hunter, de 53 años, aunque el presidente no usaría su poder para perdonarlo si es condenado.
El acta de imputación presentada hoy está firmada por David Weiss, que fue nombrado hace unas semanas como fiscal especial por el secretario de Justicia de Estados Unidos, Merrick Garland, en un intento del Gobierno de demostrar la independencia del proceso judicial.
Las pesquisas a Biden hijo se abrieron en 2018 durante el mandato de Donald Trump y los conservadores se han apoyado en ellas para atacar al presidente demócrata, al que acusan de no haber hecho ningún esfuerzo para llevar esta indagación hasta el final.
Motivos políticos al margen, la imputación anunciada hoy, que no menciona el otro delito por el que Hunter Biden también está investigado, la declaración irregular de impuestos, agrega un episodio negro más a una vida marcada por tragedias familiares.
TRAGEDIAS FAMILIARES
Nacido en 1970, Robert Hunter Biden es el segundo hijo que el presidente tuvo con su primera esposa, Neilia. En 1972 un accidente de coche acabó con la vida de ella y de su hija más pequeña. Sobrevivieron Hunter y su hermano mayor, Beau.
Hunter estudió Historia en la Universidad de Georgetown, en Washington, y se graduó en 1992. Máster en abogacía por la Universidad de Yale, en 1996 comenzó su carrera en el holding bancario MBNA y este puesto ya estuvo rodeado de polémica, pues Joe Biden, entonces senador, impulsaba una legislación que favorecía a la industria bancaria online.
Otra de las grandes tragedias familiares en la vida de Hunter Biden fue el fallecimiento de su hermano mayor, Beau, en 2015, a consecuencia de un tumor cerebral.
Un suceso dramático que empeoró su compleja relación con uno de los elementos que ha marcado su vida: las drogas.
UNA VIDA DE ADICCIONES
Como ha reconocido en entrevistas, Biden hijo ha sido consumidor de diferentes tipos de drogas y alcohol durante décadas. En 2013 fue expulsado de la Marina por dar positivo por cocaína en su primer fin de semana de servicio.
Cuando su primera esposa, Kathleen Buhle, le pidió el divorcio solicitó a un tribunal que congelase sus activos por “preocupaciones financieras para la familia” ya que gastaba “de manera extravagante” dinero en drogas, alcohol, prostitutas, clubes de striptease y regalos para mujeres. Él negó estas afirmaciones.
Sí habló de las drogas en su libro de memorias “Beautiful Things” y confesó que sus adicciones empeoraron cuando falleció su hermano.
VIDA SENTIMENTAL
Hunter Biden tiene cinco hijos con tres mujeres diferentes: tres con su primera esposa, uno con su actual esposa, Melissa Cohen, y una niña de cuatro años con Lunden Roberts, una mujer de Arkansas a la que conoció cuando luchaba contra su adicción a las drogas.
Con esta última fue a los tribunales para disputar la paternidad de la niña, que acabó certificando una prueba de ADN.
Tras el divorcio de Buhle después de 24 años de matrimonio fue sonado su romance con Hallie, la viuda de su hermano fallecido, aunque se separaron poco después y el hijo del presidente se casó con una directora de cine sudafricana, Melissa Cohen, a quien acababa de conocer.
NEGOCIOS TURBIOS
El primer gran escándalo político de Hunter Biden tuvo lugar en 2012, cuando Biden era vicepresidente de Barack Obama y realizaba viajes a Ucrania en medio del conflicto por la península de Crimea.
Hunter aceptó un cargo en el consejo de administración de la entonces mayor compañía privada de gas del país, Burisma, con un sueldo superior a los 50.0000 dólares al mes.
Desde entonces, la cuestión de un posible conflicto de intereses ha sido utilizada por figuras del republicanismo como Donald Trump, quien acusa, sin pruebas, al actual presidente de haberse beneficiado ilegalmente de los negocios de su hijo en Ucrania.
Pero fue en 2018, con un Biden que ya sonaba como precandidato a la presidencia, cuando los fiscales federales comandados por Trump iniciaron una investigación sobre las finanzas de Hunter, que demostró que no había pagado impuestos entre 2017 y 2018 y que había firmado acuerdos por separado con ejecutivos chinos.
En la campaña de las presidenciales de 2020 el “tema Hunter” fue una de las principales armas que usó Trump contra su rival.
Con cuatro imputaciones penales en su contra, la imputación a Hunter Biden le viene como anillo al dedo al expresidente para seguir hablando de una red familiar de negocios oscuros de los Biden que, por el momento, sólo existe en su imaginación.