Ciudad de México, 30 jul (EFE).- Hace diez años el director de cine mexicano Andrés Kaiser se encontró con un tesoro familiar, un archivo compuesto por miles de fotografías y cientos de filmes caseros organizados y archivados de manera impecable que pertenecieron a sus abuelos.
El enigma de lo que guardaban las latas de filme lo atormentó por años, pues la digitalización de estos archivos era cara y difícil de realizar. Una década más tarde del descubrimiento, Kaiser presenta el documental “Teorema de tiempo”, un trabajo personal sobre la memoria familiar y los límites difusos entre la realidad y la ficción.
“Yo agarro todos esos rollos y los empiezo a digitalizar con el tiempo y me encuentro que lo que hay ahí es que mis abuelos en el San Luis Potosí de los 50 eran cineastas caseros”, cuenta Andrés en una entrevista con Efe sobre el filme que actualmente compite en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato.
El primer material que llegó a manos de Andrés fue una cajita que tenía escrito a máquina en una pegatina el título “Día de sol” y una pequeña fotografía que mostraba a Arnoldo, su abuelo, fumando. Aquello le dio los primeros indicios de que las grabaciones eran algo más que recuerdos cotidianos de un padre de familia dueño de una imprenta de cuadernos contables.
El primer trabajo que pudo ver en movimiento de su abuelo fue “El violinista” y ahí se dio cuenta de que su Arnoldo, quien siempre anheló ser artista, era el protagonista de cientos de historias y que Anita, su esposa, era la directora.
“Era un cortometraje de ficción en donde mi abuelo abría una cortina y decía algo a la cámara. Lo que vi ahí me hacía pensar que claramente era una película”, recuerda Kaiser, quien vivió como una revelación la pasión de sus abuelos por la imagen.
Arnoldo, quien obligado por las presiones familiares nunca pudo entregarse por completo al arte, logró llegar a las pantallas grandes, gracias a su nieto, quien no tiene un recuerdo consciente junto a él.
IDEALIZACIÓN, FANTASÍA Y REALIDAD
Andrés cuenta que la idealización a su abuelo se dio en su infancia cuando se encontró con una foto de él rodeado de hombres elegantes, varios instrumentos y un bombo en medio de ellos que anunciaba “Kaiser y su famosa orquesta”.
“Fui con mi mamá y le pregunté por esa banda de música y me dijo, no, estos son los empleados de la imprenta, se los llevó un día y les hizo una sesión de fotos”, recuerda.
Aunque de momento quedó satisfecho con la respuesta, otra foto de su abuelo junto a los mismos músicos ensayando pero con otros atuendos, reavivó la duda en él sobre la realidad y la ficción de dicha historia.
“Yo no entendía bien si en realidad mi abuelo había sido músico o no, y la película resuena sobre qué es lo real y qué no. Muchas veces lo que es real es lo que nosotros queremos proyectar como real y toma mucho sentido en esta época digital sobre el cómo construimos la imagen que queremos que el mundo vea de nosotros y hasta qué punto es verdad, o es construida”, menciona.
UNA VOCACIÓN COMPARTIDA
El descubrimiento de que sus abuelos eran directores de cine amateurs llegó después de que Kaiser (“Feral”, 2018) hubiese encontrado su vocación cinematográfica. Fue una revelación particular para el director.
“Editando la película entendí muchas cosas de mí, de por que soy así, de por qué mi familia es así, porque no eres consciente de las cosas que codificas o que han atravesado”, dice Kaiser quien tuvo el estreno mundial de “Teorema de tiempo” en el marco del Festival Internacional de Cine Documental de Múnich (DOK. fest München) y que aún espera llegar a más festivales.
“Todos tenemos familia, heridas familiares. La familia es como un platillo agridulce, hay recuerdos muy bonitos y muy afortunados y luego tienes cosas que no tanto y tienes que hacerlas convivir un poco. Espero que la gente se sienta identificando con eso”, dice el autor.