Black River (Jamaica), 12 nov (EFE).- Black River ya no es lo que era. El histórico y antes activo puerto, en la costa suroeste de Jamaica, es ahora una ciudad fantasma después de que el huracán Melissa convirtiera este lugar en el epicentro de la tragedia.
Fue tal el nivel de destrucción causado por este huracán de categoría 5, el más potente jamás registrado en el país, que la gran mayoría de los habitantes de Black River han optado por abandonar la ciudad.
El panorama es deprimente con las calles vacías, sin electricidad, ni comunicaciones, ni comida, en un lugar donde miles de residentes han perdido sus hogares.
Justo en la desembocadura del río Black River, a un costado del puente, un grupo de hombres se reúne frente al mar para probar suerte en la pesca, como una forma de paliar el hambre. Son algunos de los que han decidido seguir en la ciudad.
La pesca como medio de supervivencia

Demore Adams, un joven delgado, de largas trenzas, lanza una y otra vez un hilo de pescar hacia el mar para intentar llevar algo de comida a su casa para él y su madre de 67 años.
“Estoy pescando ahora porque tengo hambre y necesito algo de comida. Y ahora mismo no hay nada en casa”, indica a EFE Adams, quien afirma que tiene que “buscarse la vida”.
El joven lamenta que en Black River no hay comida, que todo el mundo se ha ido de la ciudad con lo que ha podido llevar consigo.
“Tenemos que salir de aquí”, agrega tajante, citando que en el cercano distrito de Westmoreland por lo menos funciona un supermercado.
Unos metros más allá, otro hombre sostiene una caña artesanal: “Soy agricultor, pero hago esto para poder comer”, cuenta a EFE Andre Maxam.
“Desde el huracán Melissa, la granja quedó totalmente destruida. No tenemos agua y la necesitamos para regar la granja. Así que, básicamente, tenemos que buscar comida, pescado y lo que sea. Lo perdimos todo”, asegura.
Según el Ministerio de Agricultura, el huracán provocó una pérdida del 90 % de los cultivos de banano y plátano y una destrucción significativa en hortalizas, tubérculos, particularmente ñame, y árboles frutales.
Al menos 45 personas han muerto y 15 continúan desaparecidas en Jamaica tras el paso de Melissa, que ha causado catastróficos daños valorados preliminarmente en entre 6.000 y 7.000 millones de dólares.
Abandonados a su suerte

En las calles del pueblo dos grupos de policías hacen rondas. Un olor putrefacto impregna el aire, especialmente en las avenidas donde se encontraban los locales comerciales más cercanos a la costa.
En su interior, es imposible reconocer los objetos entre tantos escombros, donde ya casi nada tiene ni puertas, ni ventanas. Dentro de una de esas tiendas, un hombre duerme sobre unos tablones.
La vida ahora es dura en Black River y muchas personas se quejan de que la ayuda no llega a esta zona.
“No podemos depender del Gobierno para que nos ayude en este momento. No vamos a conseguir ayuda por ahora. Así que tenemos que ayudarnos a nosotros mismos en este momento de necesidad”, comenta Adams.
En la misa línea, el agricultor Maxam explica que en la zona están ayudando principalmente organizaciones privadas o sin fines de lucro, pero “el Gobierno no”.
“La vida no va a ser la misma”, se lamenta.
Frente a la histórica iglesia anglicana, una de las más antiguas del país y que se derrumbó por completo, un hombre lucha por rescatar a martillazos unos cuantos trozos de madera.
“No es fácil, pero estamos tratando de sobrevivir. No nos quejamos, simplemente lo tomamos día a día, porque si tenemos vida, podemos tener todo lo que necesitamos”, afirma el joven Adams mientras sigue intentando, sin suerte, atrapar un pez para llevarle algo de comida a su madre.


