Washington, 6 nov (EFE).- La victoria electoral del expresidente Donald Trump marca la culminación de una gesta política sin precedentes que ha logrado expandir el “Movimiento MAGA” más allá de los hombres blancos de zonas rurales, redefiniendo el Partido Republicano y las reglas del discurso político en EE.UU
La premisa parecía clara: un candidato con una condena criminal, que bromea sobre poner a una excongresista frente a un pelotón de fusilamiento, que ha sido acusado de machista y acosador, que se rodea de portavoces que airean sin complejos comentarios racistas no tiene posibilidades de llegar a la presidencia de Estados Unidos, que disputaba a la vicepresidenta demócrata Kamala Harris.
Pero Trump, que ya provocó un terremoto político que echó por tierra las teorías de sesudos analistas en 2016, lo ha vuelto a hacer y ha demostrado que su plan para ampliar -aunque sea levemente- su atractivo entre sectores de la población mayoritariamente demócratas ha surtido efecto, con mejoras entre hispanos, hombres negros y votantes jóvenes.
Para ganar, Trump ha necesitado prácticamente el mismo número de votos que en 2020.
Trump, producto de un mundo polarizado
“El hecho de que Trump haya insistido en su base con un discurso bronco, de resentimiento, racismo, misoginia, odio y miedo es producto de un escenario político polarizado. Como explico en mi libro, la mayor parte del electorado desde 2008 se ha atrincherado en dos bandos. Cada vez hay menos votantes indecisos”, explica a EFE Don Nieman, profesor emérito de Historia política de la Universidad de Binghamton y autor de 'Path to Paralysis'.
Trump superó anoche los pronósticos: ha destrozado el llamado “muro azul” que daba esperanzas de victorias a Harris, ha tomado el control del Senado con candidatos elegidos por él y que le rinden pleitesía constante y está a un paso de controlar también la Cámara de Representantes, que ha purgado de republicanos independientes o críticos.
Para llegar a esta victoria, Trump no ha tenido que recurrir a la corrección política: ha llamado a Harris persona de “bajo cociente intelectual” o una “pu– loca”, sin completar el insulto, y se ha rodeado de asesores como Stephen Miller, que ha lanzado proclamas antiinmigrante y parafraseado a Adolf Hitler con su ya viral “América para los americanos y solo para los americanos”.
Según el experto demoscópico republicano Frank Luntz el error de Harris fue dedicarse “casi en exclusiva a atacar a Donald Trump. Los votantes ya saben todo lo que tiene que saber de Trump (…) Es un error colosal de su campaña poner el foco de atención en Trump más que en Harris”.
Trump se ha impuesto en estas elecciones a pesar de haber enfrentado un gasto de más de mil millones de dólares por parte de la campaña de Harris, lo que evidencia aún más la falta de acierto demócrata para movilizar su voto —como lo hizo el presidente Joe Biden en 2020— en un sistema electoral fragmentado en 50 estados, donde hasta ahora el dinero era un factor clave para definir las probabilidades de victoria.
El Partido Trumpista
Esta segunda victoria de Trump, lo consolida como el político conservador más influyente de toda una generación y una fuerza que ha transformado en menos de 10 años al Partido Republicano, el más longevo de un país democrático, en una nueva formación.
En campaña, el presidente electo raramente hablaba del Partido Republicano, sino del “Movimiento MAGA” -siglas de 'Make America Great Again'-, mientras que ha colocado en el Comité Nacional Republicano y el resto del aparato de la formación a sus aliados más fieles, con su nuera Lara Trump a la cabeza.
En el camino, Trump ha dejado un reguero de conservadores que durante esta campaña se refugiaron en el bando demócrata de Harris, quien recibió apoyos de republicanos como Liz Cheney, el exfiscal general Alberto Gonzales o John Negroponte y prometió a estos exiliados “un puesto en su mesa” que ahora nunca se materializará.
La desbandada de neo conservadores y el discurso de halcón de Harris deja a demócratas y a republicanos tradicionales en un estado de shock del que tardarán en recuperarse. “Es un drama, pensamos un momento que podíamos cambiar las cosas, que había un futuro y ahora no lo vemos”, asegura a EFE una fuente que trabajó en estas elecciones presidenciales y legislativas para el Partido Demócrata.
“Me gustaría saber qué va a pasar en 2028 si Trump se enfrenta una presidencia de pato cojo y sus aliados del partido comienzan a tomar posiciones para quedarse con la nominación y reemplazarle. Deberán aplicar sus talentos de showman”, reflexionó Nieman.