Tapijulapa (México), 6 may (EFE).- En las relaciones a menudo tensas entre ciencia y religión, quizá no existe un concepto que represente mejor esa tirantez que el de la evolución biológica. En un pueblo del sureste de México, sin embargo, una ceremonia religiosa de raíces prehispánicas aporta al proceso evolutivo un fuerte empujón.
Cada año, indígenas de la etnia zoque realizan una peregrinación hacia una cueva cercana a la localidad de Tapijulapa, en la sierra del estado de Tabasco, para cumplir un ritual en el que piden cosechas y pesca abundantes.
Como parte de la ceremonia, que combina elementos católicos y tradiciones autóctonas, los participantes depositan en las aguas de la caverna una pasta hecha con raíces de una planta llamada barbasco que contienen la toxina rotenona. Esta sustancia, que interfiere con la respiración, causa que los peces que habitan la cueva floten aletargados en la superficie, donde son recolectados para consumo de los lugareños.
Debido a la actividad volcánica del área, las aguas de la caverna, llamada Cueva del Azufre, tienen además elevadas concentraciones de ácido sulfhídrico, un compuesto altamente tóxico que obstaculiza la absorción del oxígeno.
Científicos que estudian estos peces, pertenecientes a la especie Poecilia mexicana (topote del Atlántico), han documentado numerosas adaptaciones a estas condiciones extremas.
En particular han registrado filamentos branquiales grandes, lo que permite a los topotes extraer más oxígeno del enrarecido ambiente, así como pigmentación disminuida y ojos reducidos, modificaciones congruentes con la vida en la oscuridad.
“En las cuevas la ausencia de luz inhibe el uso de la visión, y los individuos que ahí habitan están bajo selección para sobrellevar la incapacidad de una orientación y comunicación visual, en especial si evolucionaron de ejemplares de superficie como Poecilia mexicana”, dijo a EFE el doctor Francisco Javier García De León, especialista en genética de poblaciones que ha participado en los estudios.
SELECCIÓN NATURAL
García De León, miembro del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste en La Paz (Baja California Sur), aludió así a la selección natural, mecanismo de evolución adaptativa propuesto por Charles Darwin en “El origen de las especies” (1859).
De acuerdo con la teoría, los individuos de una población muestran entre sí variaciones que ocurren naturalmente, de las que algunas son heredables. Los organismos que poseen variaciones que les confieren una ventaja en un ambiente determinado tendrán mayor probabilidad de sobrevivir y reproducirse, y por tanto de transmitir esos rasgos a sus descendientes.
Así, las características provechosas se harán cada vez más frecuentes al paso de las generaciones. Por el contrario, los cambios desventajosos tenderán a desaparecer o volverse menos comunes.
La selección natural puede conducir a la especiación (formación de nuevas especies) si los cambios acumulados en una población se vuelven tan marcados que producen lo que Darwin llamó “divergencia de caracteres”; es decir que la nueva población difiere a tal grado de la ancestral que puede considerarse una especie separada.
“Poecilia mexicana está en proceso de especiación ecológica, en el que el origen de las especies ocurre cuando diferentes subunidades de una población se adaptan a distintos nichos ecológicos”, consideró García De León, miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
Y es aquí donde el ritual indígena, conocido como la Pesca de la Sardina, le extiende una mano inesperada a esta especiación incipiente.
RELIGIÓN Y EVOLUCIÓN
Durante las investigaciones han sido capturados topotes en diferentes cámaras de la cueva y colocados en contenedores con agua a la que se añaden extractos de barbasco.
Se encontró que los peces de las cámaras de la entrada de la caverna, donde se realiza el ritual, muestran mayor tolerancia a la rotenona que aquellos capturados en las cámaras internas, lo que indica una adaptación a la toxina.
El doctor Lenin Arias Rodríguez, del Laboratorio de Acuicultura Tropical de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, explicó a EFE que esta adaptación obedece a un mecanismo denominado selección artificial, en el que una mayor resistencia a la toxina ha permitido a estos peces sobrevivir, reproducirse y perdurar en ese ambiente.
Precisó que los topotes de la cueva muestran variaciones genéticas respecto a los que viven en el exterior, e incluso entre los que viven en diferentes cámaras, y que “la selección artificial ha contribuido a tales diferencias”.
De esta forma, la ceremonia acentúa un proceso en que la convergencia de dos fuerzas evolutivas (selección natural y selección artificial) impulsa la divergencia adaptativa.
“El motivo de la ceremonia es meramente religioso, pero sus efectos inciden en los mecanismos biológicos que conducen a la formación de nuevas especies”, apuntó Arias, quien ha estudiado a los topotes durante muchos años.
En consecuencia, Poecilia mexicana no es solo un modelo ideal para estudiar los mecanismos involucrados en la especiación, sino que constituye un singular punto de encuentro entre ciencia y religión.