Raúl Bernal aprendió a hablarle al mundo desde un espejo. Nacido en Los Ángeles, California e hijo de inmigrantes, se enamoró tempranísimo del micrófono y, con él, de la posibilidad de acompañar a la gente en su casa, su trabajo o su carro.
A los 15 años de edad comenzó a frecuentar controles remotos y cabinas, hasta que llegó su primera oportunidad profesional en 1994 y desde entonces no paró.
RECUERDOS
De niño ensayaba con lo que tuviera a mano: “me agarraba un peine, me miraba al espejo y siempre trataba de hablar”. Aquella pulsión se convirtió en oficio en los años 90, cuando la radio seguía siendo magia: visitas a cabinas, discos autografiados, concursos, oyentes fieles.
No fue sencillo abrirse camino. Hubo puertas cerradas, jornadas larguísimas, tropiezos y renuncias personales. Aun así, Raúl se mantuvo. “No había redes sociales, no había nada de esa onda de lo que hay ahorita”.
RECOMPENSA
La constancia tuvo recompensa: circuitos nacionales, plazas competitivas y un hito que todavía lo llena de orgullo, ser el número uno en la ciudad de Austin. Sin embargo, ese ascenso vertiginoso, como él mismo admite, también trajo excesos.
“Sí, yo creo que sí perdimos el piso… Gracias a Dios que ya estamos sobrios, estamos buenos y sanos”. Aprender, levantarse y seguir es parte de su relato.
PERSONAJE
Pero si hay un nombre que atraviesa su carrera es el de su célebre personaje femenino: Doña Mela Peláez. Su origen fue lúdico y callejero.
“Doña Mela Peláez empezó jugando… yo hacía un personaje que se llamaba Doña Pelos”, hasta que la intuición y una sugerencia con picardía le dieron identidad definitiva. “Y fue como a la gente le gustó”.
GRATITUD A DOÑA MELA
Con el tiempo, Doña Mela se volvió contemporánea y consejera. Desde la cabina respondía a confesiones y dilemas con humor y franqueza, ganándose el corazón de la audiencia.
Raúl lo explica sin tecnicismos, con afecto: “Gracias a Doña Mela estoy adonde estoy, nos hemos ganado el encanto, el cariño del público, que es lo más importante”.
Y cuando se le pregunta a Raúl qué le diría a esa mujer de voz fuerte y alma de barrio, la emoción lo gana y brotan las lágrimas para expresar: “Que no se muera… gracias a ella soy quien soy, la verdad que sí. Si no fuera por Doña Mela, no estaría donde estoy”. ¿Por qué lo conmueve? “Porque la quiero mucho, es alguien muy importante en mi vida… gracias a ella estoy en la radio”.
TRES DÉCADAS
A punto de cumplir tres décadas detrás del micrófono, “ya pues vamos a tener 30 años en la radio”, Raúl Bernal destila una lección que sirve dentro y fuera de la industria: caerse, levantarse y volver a intentarlo.
Su historia es la de un muchacho que se habló al espejo hasta encontrarse con millones de oyentes. Y la de una señora inolvidable, Doña Mela Peláez que, desde la ficción, hizo real el abrazo de una comunidad entera.