Washington, 26 jun (EFE).- Las personas propensas a creer en teorías de conspiración lo hacen por una combinación compleja de motivos y rasgos de personalidad, incluyendo necesidad de comunidad y sentimientos de indefensión ante amenazas percibidas, indica un estudio publicado este lunes por la revista Psychological Bulletin.
Un equipo investigador encabezado por Shauna Bowes, de la Universidad Emory, analizó datos de 170 estudios con más de 158.000 participantes, en su mayoría en Estados Unidos, el Reino Unido y Polonia.
El equipo de Bowes se enfocó en los estudios que han medido las motivaciones o los rasgos de personalidad de los participantes asociados con pensamientos sobre conspiraciones.
Los investigadores hallaron que, en términos generales, la gente se siente motivada a creer en alguna teoría de conspiración por su necesidad de comprender lo que ocurre y de sentirse segura en su contexto, así como de sentirse parte de una comunidad que identifica como superior a otras.
En el caso de teorías centradas en la percepción de riesgos, los rasgos más notables entre sus adeptos incluyen la creencia de que el mundo es peligroso y de que ellos son impotentes ante las amenazas, por lo que desconfían de otras personas o de las instituciones.
Por su lado, las teorías conspirativas que se caracterizan por una actitud de antagonismo y superioridad incluyen los ingredientes de hostilidad, cinismo, narcisismo colectivo y deshinibición.
Las teorías que expresan intuiciones y experiencias inusuales aparecen vinculadas con la intolerancia a la ambigüedad y la renuencia a mantener la mente abierta, señaló el estudio.
Estas teorías, en cuya difusión ha contribuido internet, van desde la creencia del movimiento QAnon en una cofradía de satanistas a la sospecha de confabulaciones que ocultan a los responsables del asesinato del presidente John F. Kennedy o la aseveración de que la llegada de humanos a la Luna fue una farsa.
“En términos amplios las teorías de conspiración se refieren a explicaciones causales de los acontecimientos que asignan la culpa a un grupo de individuos poderosos, que operan en secreto para formar planes ocultos que los benefician a ellos y perjudican el bien común”, señaló el artículo en la revista de la Asociación Psicológica de Estados Unidos (APA).
Bowes destacó que “quienes aceptan las teorías de conspiraciones no son individuos simplones o mentalmente desequilibrados, que es como los presenta de manera rutinaria la cultura popular”.
“En lugar de eso, muchos se vuelcan a las teorías de conspiración para atender necesidades y motivaciones no satisfechas, y para encontrarle un sentido a la desazón o las deficiencias”, puntualizó.