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Museo del Clima de EEUU combate con arte la desinformación de las petroleras

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Nueva York, 18 abr (EFE).- El Museo del Clima de Nueva York, el único dedicado a este tema en Estados Unidos, busca combatir a través del arte la desinformación del sector de los combustibles fósiles, incluido el “mito” de que la población es indiferente, dijo este martes su directora, Miranda Massie.

EFE/EPA/SARAH YENESEL

Con motivo del próximo Día de la Tierra (22 abril), la directora recibió a los medios en el local que ocupa la organización sin ánimo de lucro desde septiembre en el barrio del SoHo, donde los visitantes son recibidos por un mural con cientos de postales antiguas y modificadas que componen una visión distópica.

EFE/EPA/SARAH YENESEL

En esa obra, llamada “Someday, all this”, el artista David Opdyke imagina las consecuencias de la crisis climática con símbolos modernos como los rascacielos en llamas, barcos que evocan el arca de Noé a la deriva e insectos monstruosos, entre ellos una mariposa monarca atacando un cohete de SpaceX.

“Como la obra es bella, inteligente y tiene humor negro, la gente no la ve y dice ‘tengo que ir a tomar un trago’, sino que se abre a la posibilidad de aprender más y emprender acción”, dice Massie, que enfatiza “el poder de las artes cuando el asunto es oscuro” y el impacto que tienen las emociones frente a la información pura.

ACTIVISMO CONTRA EL SILENCIO

El recorrido pasa por una zona explicativa que arremete contra el poder de las empresas de combustibles fósiles, a las que se acusa de “controlar la narrativa” sobre el clima de tal manera que legitimizan sus acciones y deslegitiman a una “supermayoría” preocupada por el tema en EE.UU.

“Hay muchas razones para explicar el silencio climático en EE.UU., pero la más importante en mi opinión es el brillante e infame trabajo de los equipos de relaciones públicas que sirven a la industria”, comentó la directora, “y que la hacen parecer buena, inevitable y necesaria”, además de aplacar cualquier desafío o acción contra ella.

“Han tenido éxito al crear una espiral del silencio que apaga el debate por el cambio político que necesitamos y (…) afecta a esa parte de nosotros que siempre se presta a la autocrítica” sobre nuestras decisiones individuales como consumidores; pero el cambio, recuerda, “no parte del pasillo de un supermercado”.

El interés en que el activismo llegue al gran público y la política es palpable, y se invita a grabar vídeos hablando sobre clima para las redes sociales y un documental; enviar cartas a los representantes electos para reclamar que protejan el medio ambiente, o llevarse pegatinas que dicen “yo voto por el clima”.

Las normas por las que se rigen los museos impiden que hagan campaña por un partido o político específico, pero sí pueden proponer “votar a candidatos que hayan dicho públicamente que no aceptarán donaciones de las empresas de combustibles fósiles”, o que “apoyen un “Nuevo acuerdo verde”, comentó a EFE la activista.

LUCHA POR EL CLIMA, Y POR SOBREVIVIR

Massie, que cambió hace casi una década una carrera como abogada de derechos civiles por su labor por la justicia climática, concibió la idea del muse cuando vio los estragos del Huracán Sandy (2012), y se sorprendió de que no hubiera ya una institución en el país con esa misión, aunque ser la primera no le ha supuesto facilidades.

No fue hasta 2017 cuando el museo se pudo establecer y abrir su programación al público, y desde entonces se ha instalado en lugares temporales como el actual porque un espacio permanente en Nueva York, su meta desde hace un par de años, está “siendo más difícil de conseguir de lo que pensaba”, admite.

“El problema es el dinero”, contesta sin tapujos, algo que atribuye a la existencia de un “ángulo muerto” que afecta a las causas climáticas en la recaudación de fondos a nivel general, pero sobre todo en la filantropía, donde estimó que solo un 2 % del dinero global se destina a ese ámbito.

La organización, que recibe fondos privados de fundaciones como la Mellon y la Rockefeller, y subvenciones públicas de Nueva York, está en una “constante lucha para sobrevivir” y encontrar financiación, pero eso no le impedirá seguir “rompiendo el silencio y creando olas de diálogo”, concluye.

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