México, 5 jul (EFE).- Más que repetir oraciones desgastadas, el seleccionador mexicano, Javier Aguirre carga en estos días en su mochila con un amuleto inusual para atraer a la buena suerte en la Copa Oro: la novela ‘México’, del escritor Pedro Ángel Palou.
“Es un libro interesante de cómo se fue formado la ciudad de México desde los Aztecas. Voy por el año 1846”, confesó Aguirre, al hablar de su talismán antes de disputar este domingo contra Estados Unidos la final de la Copa.
Que Aguirre haya elegido la joya de Palou como lectura para su semana más importante del año suena oportuno. La obra, que recrea la historia de la urbe desde la caída de Tenochtitlan hasta el terremoto de 1985, se acopla a la idea del ‘Vasco’ de asumir de forma práctica el amor a la camiseta.
En vez de repetir cursilerías que recuerden cómo en el sur se toca música con marimba y en el norte con acordeón, Aguirre resume su filosofía de amar a México con una frase acorde con su carácter campechano: “Aquí sólo quiero al que venga a romperse la madre”.
Manipulador con los medios, a cuyos miembros se dirige por su nombre, pero jamás les da entrevista, Aguirre repite a cada rato su idea de honrar al país con el pretexto de la pelota, aunque huye de peroratas patrioteras.
“Me gusta que el deseo de representar a México está de regreso. Los que están en la selección no se quieren ir y los que no, quieren estar en ella”, aseguró el ‘Vasco’ esta semana.
Si bien está difícil que la literatura cambie el mundo de hoy, con carencia de líderes políticos, es una herramienta que a algunos grandes futbolistas les ha servido para acercarse a la belleza horas antes de su partido más importante.
“Cuando nos querían ofender a mis compañeros de la selección argentina les mentaban la madre, a mí me decían poeta”, reveló hace un tiempo a EFE Jorge Valdano, a quien siempre vieron con un libro en la mano antes de ser campeón mundial en México 1986 y después.
El novelista mexicano Benito Taibo jamás ha jugado un partido de fútbol a las ocho de la noche. Se lo confesó hace unos años a los jugadores de los Pumas UNAM, a quienes les dio una charla en su papel de promotor de la lectura.
Aunque nació en 1960, Taibo le contó a los jugadores del equipo universitario haber estado 10 años antes en el estadio Maracaná, el día de julio cuando Uruguay le ganó a Brasil la final del Mundial de 1950.
“También fui testigo en 1942 del partido de la muerte, en el que prisioneros de guerra ucranianos derrotaron a los nazis. Estuve ahí a través de la lectura; es el milagro de los libros”, aseguró Taibo.
Mañana México enfrentará a su rival más enconado en la Concacaf y está por ver si Aguirre desiste de reclamarle a los árbitros una y otra vez, como ha hecho en toda la Copa Oro.
En todo caso, si necesita un consejo para ser más paciente con los oficiales, podría acudir a Palou. Además de chef, el novelista fue árbitro de fútbol, un dato que no es excesivamente conocido.
En uno de los capítulos más humanos de la novela que está leyendo Aguirre un académico reconoce que un profesor siempre es un actor.
Es una idea adaptable a Aguirre quien, en su función de maestro un año antes del Mundial, vive encima del escenario de un teatro, donde todos lo miran, listos para quemarlo vivo si le falla a quienes pagaron la entrada.