Nueva York, 18 oct (EFE).- Los tesoros de la arquitectura orgánica mexicana y su visión de una vida en armonía con la naturaleza se pueden encontrar partir de este martes el Museo Noguchi de Nueva York, que presenta varios proyectos de Carlos Lazo, Mathias Goeritz, Juan O’Gorman y Javier Senosiain.
El museo, dedicado al escultor japonés-estadounidense Isamu Noguchi y ubicado en el barrio de Queens, ha convertido, metafóricamente, sus galerías en un entorno subterráneo que invita a descubrir las ideas de esos cuatro arquitectos y artistas a través de maquetas, esculturas, pinturas, bocetos o fotografías.
Una de las piezas más destacadas es la detallista maqueta de “El nido de Quetzalcóatl”, obra maestra de la carrera de Senosiain, una “escultura habitable” de ocho hectáreas a la que ha dedicado su atención y energía desde 1998 y que hoy, a sus 74 años, sigue desarrollando al noroeste de la capital mexicana.
Senosiain, fundador de la firma Arquitectura Orgánica en Ciudad de México y erudito de la “bioarquitectura”, es responsable de buena parte de la muestra gracias a su esfuerzo por conservar el legado de sus predecesores, que le ha llevado a crear unos grandes prototipos de sus obras que no escatiman en detalles.
Es el caso del hogar-cueva que Juan O’Gorman (1905-1982), un funcionalista reconvertido en arquitecto orgánico, construyó en 1948 en el lecho de lava de un volcán inactivo cerca de la capital y que hoy está en ruinas pero se puede admirar en un modelo que luce elaborados mosaicos con motivos de serpientes.
SEGUIR A LA SERPIENTE
Senosiain ha diseñado específicamente para la exposición una gran serpiente recubierta con teselas de colores, con la que invita sentarse en su regazo y a ver al animal “como una guía que podríamos seguir hacia un futuro mejor”, señaló Dakin Hart, el comisario del museo, en una visita a medios.
La visita comienza precisamente con “La serpiente de El Eco”, una colosal escultura de metal de su mentor, Mathias Goeritz (1915-1990), que se integra en el jardín del Noguchi y da la bienvenida a una galería concebida como una cueva, con su “nido”, y a una sala adornada con estrellas que simula ser la salida.
Termina el recorrido con Carlos Lazo (1914-1955), fallecido a los 41 años en un accidente que sumió en el olvido una trayectoria meteórica como arquitecto, de quien se enseña una fotografía mural de su plan de viviendas públicas “Cuevas civilizadas”, integradas en un cañón, proyecto que no ha sobrevivido.
El comisario, Hart, destaca que los cuatro arquitectos “tienen una manera de mirar el mundo que no trata de reducir ni echar marcha atrás, tampoco de tener una nostalgia inocente, sino de estudiar lo que hicieron nuestros ancestros en el pasado y ver cómo se puede reutilizar una tecnología tradicional para ayudarnos en el futuro”.
“IDEAS LOCAS, HOY CON SENTIDO”
“Estas ideas, que en los años 40 eran unas ideas locas, por así decirlo, pero modernistas, hoy tienen mucho sentido en el mundo contemporáneo”, explica a EFE el consultor de arte e impulsor de la muestra Ricardo Suárez, señalando la “devastación” del cambio climático, entre otras amenazas para la humanidad.
Suárez, que dirige la consultoría Risuha en Baja California Sur (México) y ha buceado en los archivos de estos arquitectos que reivindican reconectar con la Tierra, escribió al museo Noguchi proponiendo hacer una exposición para darlos a conocer, una idea que terminó conectando con la misión del museo.
“En México la gente suele ser muy malinchista: el mexicano no reconoce el talento del mexicano si no muere o viene un extranjero y dice que ese señor es un genio”, apostilla el experto, a quien le interesa “el reconocimiento del (aún) vivo”, Senosiain, así como de “los tres que ya no están”.
El hilo conductor, agrega, es el “subespacio”, que en la cultura japonesa se sitúa “de la tabla de comer hacia abajo” y en las culturas prehispánicas en el “inframundo”, y que da lugar a una muestra acompañante centrada en el interés de Noguchi por las fuerzas invisibles y lo oculto con unas cuarenta esculturas y diseños.