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La inmigración necesita más estudios y menos recelos, dice la sociedad civil

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Naciones Unidas, 16 may (EFE).- La inmigración necesita de más estudios e investigaciones y de menos recelos a la hora de abordar el fenómeno por parte de los gobiernos y de la comunidad internacional, según pusieron hoy de relieve las organizaciones de la sociedad civil que hoy celebraron un foro paralelo en la ONU.

Este foro, que reunió a académicos, religiosos, sindicalistas, empresarios y activistas pro derechos humanos y los de los emigrantes, se celebra como introducción al Foro Internacional de Revisión de las Migraciones, que en los próximos cuatro días pasará revista al grado de aplicación del Pacto Mundial de Migraciones firmado en 2018.

Los distintos panelistas que hoy tomaron la palabra -con una mayoría aplastante de mujeres- abordaron distintos aspectos de la cuestión migratoria, pero en su mayor parte lamentaron que los estados estén privilegiando una óptica policial para tratar la emigración, que además no está coordinada con las políticas de inclusión e integración que también se llevan a cabo en otros servicios de cada gobierno.

También fue muy repetida, y de forma crítica, la palabra “externalización”, en alusión a las tareas de control fronterizo que muchos estados han derivado en agencias privadas y que se traducen en una merma inmediata de derechos de los migrantes y en la separación de las familias.

La externalización también puede traducirse en “militarización de la gestión migratoria”, como advirtió Alma Maquetico, histórica activista basada en El Paso (Texas), que recordó que las víctimas de uno y otro fenómeno son sobre todo centroamericanas, africanas y del sur de Asia.

Otra queja repetida fue la falta de datos centralizados sobre la cuestión, ya sea porque los estados no los reúnen o porque no los comparten entre sí.

Jill Goldenziel, investigadora del fenómeno migratorio en la Universidad de Harvard, dijo que el caso es aún más grave en el caso de la “emigración irregular”, donde según ella solo existe intercambio de datos -y no es exhaustiva- entre algunos países de lengua inglesa más Israel, quedando fuera de esa red la mayor parte de países del mundo.

Varios de los asistentes subrayaron la necesidad de que se cambie “la narrativa de la migración”, pues solo si se escucha a los propios migrantes podrán superarse los discursos del peligro y el miedo; en este sentido, también hay que contar con ellos para diseñar políticas que les afecten, como puso de relieve Helena Olea, de Alianza Américas.

Coincidió con ella el jordano Dawd Kuttab, que habló en nombre del sector de la comunicación y lamentó que para los medios la inmigración es invisible salvo cuando trae problemas, con lo que contribuyen a su estigmatización; para combatir esto, puso como ejemplo una radio comunitaria creada por emigrantes egipcios en Jordania que trata exclusivamente de sus problemas cotidianos y que ha sido de gran ayuda para muchos.

Y Kuttab aludió a otro problema que ha aparecido en todos los países con el coronavirus: los migrantes irregulares no acudieron a tratarse de síntomas ni a vacunarse por miedo a ser registrados y, en consecuencia, expulsados a sus países, y ello pese a que nunca se produjeron esas expulsiones, pero eso se explica por la falta de información que llega hasta ellos.

También hubo espacio para la intervención del sector empresarial, en cuyo nombre habló la colombiana Juliana Manrique (Asociación Nacional de Empresarios de Colombia), quien pidió a los estados, desde el punto de vista empresarial, “marcos jurídicos previsibles, transparentes y eficaces que permitan la circulación de los trabajadores”, pues los “sistemas complejos” dificultan la empleabilidad.

Por su parte, Stéphane Jacquemet, representante católico que habló en nombre de las organizaciones religiosas, advirtió contra “las voces anti-inmigración, que son muy poderosas y con las que no caben arreglos”, y lamentó que los estados “hagan siete veces más esfuerzos en levantar muros que en construir puentes” para los emigrantes.

Pero a lo largo del día se puso de manifiesto que todas las críticas, condenas o sugerencias iban dirigidas a quienes no estaban hoy presentes: los estados miembros.

Al final de las ponencias, una invitada del público tomó la palabra y dijo: “Ha sido muy interesante, pero es como si hubiéramos venido a hablar entre nosotras”, concluyó.

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