Buenos Aires, 18 sep (EFE).- Fue la figura inesperada, la gran sorpresa, el goleador de la selección 'azzurra', anfitriona de Italia 1990, pero a Salvatore 'Totò' Schillaci se le escapó en el penúltimo suspiro un sueño: el de ser campeón del mundo.
El 3 de julio de 1990, la Argentina de un tal Diego Armando Maradona, el 'Dios' de la Albiceleste y de Nápoles, el que había conseguido cuatro años antes dos goles contra Inglaterra que pasaron a la historia y un título mundial para la gloria, y de Sergio Goycochea, héroe de aquella semifinal, frenó la fantasía del siciliano.
A sus 25 años, el entonces jugador de Juventus de Turín parecía no pintar demasiado en la selección de Azeglio Vicini, plagada de nombres de fuste como los de Gianluca Vialli, Roberto Baggio, Andrea Carnevale y Roberto Mancini.
Pero, a medida que avanzó el torneo, Schillaci fue convirtiéndose en el protagonista de las 'noches mágicas', una de las expresiones más repetidas este miércoles tras conocerse su fallecimiento a raíz de un cáncer de colon con el que llevaba peleando dos años.
“Aquellas noches mágicas de Italia 90. La expresión de los ojos después de marcar. Esprintando con los brazos en alto. Aquella primavera que definió una carrera, desde Palermo hasta la eternidad. Querido Totò Schillaci, fuiste un gran rey que vino del pueblo y mantuviste el toque común a pesar de tu grandeza”, le dedicó hoy el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en redes sociales.
Inesperada figura
Contra Austria, contra la entonces Checoslovaquia, contra Uruguay y contra Irlanda, el delantero rubricó cuatro dianas y demostró su valía, asegurándose una titularidad por la que nadie hubiera apostado antes del comienzo del torneo.
Pero ese 3 de julio de 1990, en Nápoles, esa ciudad del sur que había sabido plantar cara al dinero del norte italiano gracias a su 'Dios' Maradona -que en seis temporadas les había llevado a ganar una Copa de la UEFA, dos Ligas, una Copa y una Supercopa italianas-, Italia y Argentina se midieron por un lugar en la final del Mundial 1990.
Ya lo había adelantado el entonces seleccionador argentino, Carlos Bilardo, nada más conseguir la clasificación tras eliminar en cuartos a la entonces Yugoslavia: “La gente de Nápoles no sabrá a quién animar ahora: si a Italia o a Argentina”.
Y el jugador que llegó desde otro sur italiano (Palermo) vio desvanecerse el sueño de alcanzar la final mundialista ante el '10' que había llevado su fútbol desde el sur del mundo hasta Nápoles para elevar a sus aficionados a lo más alto.
No obstante, Schillaci no falló a su cita con el gol y abrió el marcador en el minuto 18 de juego; pero en el segundo tiempo, la Albiceleste igualó a través de Claudio Caniggia para firmar el 1-1 con el que terminó el tiempo reglamentario.
La tanda de penaltis, la más bella o la más cruel de las loterías, según quien lo mire, dio la victoria a la Albiceleste, que tuvo en Sergio Goycochea a su héroe, al detener dos disparos e incluso rozar un tercero.
Franco Baresi marcó para Italia; José Serrizuela igualó para Argentina; Roberto Baggio anotó, pese a que el 'Vasco' tocó la bola; Jorge Burruchaga puso el 2-2; Luigi De Agostini volvió a adelantar a los locales; Julio Olarticoechea igualó para los visitantes; el disparo de Roberto Donadoni fue frenado por el guardameta argentino, lo que aprovechó Maradona para adelantar a la Albiceleste.
En el último disparo, 'Goyco' atajó el disparo de Aldo Serena y Argentina alcanzó su segunda final consecutiva después de la de México 1986 -aunque el resultado fue diferente y la Albiceleste perdió contra la entonces Alemania Federal por 1-0.
Muchos consideraban que la afición de San Paolo podía ser 'argentina' contra Italia, pero el propio 'Diego' se encargó de desmentirlo en la televisión italiana nada más concluir el partido, señalando que el público napolitano había sido “italiano a todos los efectos” y únicamente agradecía a 'sus' seguidores que no hubieran silbado al himno argentino ni a él.
Pese a la derrota, Schillaci no cejó en su empeño goleador y también marcó en el partido por el tercer lugar, cerrando su torneo con seis tantos y la Bota de Oro. Sin embargo, el sueño del palermitano no pudo ser completo.
Concepción M. Moreno