Charlevoix (Canadá), 11 mar (EFE).- Los responsables de la diplomacia de Canadá, Mélanie Joly, y EE.UU., Marco Rubio, pasarán de miércoles a viernes reunidos en una pequeña población de la provincia de Quebec en un momento marcado por la guerra comercial entre ambos países y las amenazas a la soberanía canadiense por parte del presidente Donald Trump.
Joly y Rubio, junto con el resto de sus colegas del G7 (Alemania, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), celebrarán del 12 al 14 de marzo en Charlevoix, a unos 100 kilómetros al norte de la ciudad de Quebec, la primera cumbre de ministros de Exteriores del grupo desde que Trump retornó a la presidencia estadounidense.
El principal asunto de la agenda oficial de la reunión es el “apoyo a Ucrania ante la agresión de Rusia”. Pero incluso antes de la llegada de los ministros al complejo hotelero de Charlevoix, Rubio ha dejado claro que la postura de EE.UU. romperá la unidad de respuesta del G7 ante las autoridades de Moscú.
Rubio declaró el lunes que se opondrá a que los ministros de Exteriores del G7 utilicen un lenguaje “antagonista” contra Rusia.
Medios de comunicación norteamericanos han señalado que, en concreto, el G7 estaba preparado a tomar medidas contra la flota ‘fantasma’ de embarcaciones que Rusia utiliza para evadir las sanciones contra sus exportaciones petrolíferas pero que la Administración de Trump se ha opuesto a la decisión.
Pero más allá de Ucrania, “la situación en Oriente Medio y la estabilidad en la región del Indo-Pacífico”, los otros grandes temas de que tratarán los ministros del G7 en Charlevoix, el tono de la reunión va a estar salpicada por la creciente crisis en las relaciones entre Canadá y EE.UU.
Un ejemplo de la tensión y lo bajo que han caído las relaciones entre dos países que hasta hace sólo unos meses se consideraban los dos aliados más sólidos del planeta, es lo sucedido este martes entre Washington y la provincia de Ontario, la más industrial de Canadá y gobernada por un declarado admirador de Trump, el conservador Doug Ford.
Este martes, Trump amenazó con elevar al 50 % los aranceles que impondrá a las importaciones de acero y aluminio canadienses en respuesta a la decisión de Ford de incrementar desde el pasado lunes en un 25 % el precio de la electricidad que suministra a 1,5 millones de hogares en EE.UU., a su vez una represalia por los gravámenes del 25 % del presidente estadounidense a los productos canadienses.
Al final, Ford decidió suspender la subida de las tarifas eléctricas tras una “constructiva” conversación telefónica con el secretario de Comercio de Trump, Howard Lutnick, en la que acordaron reunirse el jueves en Washington “para discutir el futuro” de las relaciones comerciales.
Mientras, las autoridades federales canadienses, con Joly a la cabeza, siguen intentando disuadir con argumentos, pero también con amenazas, la aplicación de los aranceles al repetir que castigar el comercio con su socio canadiense es una mala idea para los planes económicos de la Administración de Trump.
En la cena que los ministros del G7 mantendrán en la noche del miércoles en Charlevoix, Joly también intentará convencer a Rubio de que las continuas amenazas de anexión por parte de Trump tampoco son productivas y están empezando a dañar seriamente -y según algunos, de forma irreversible- las relaciones bilaterales.
Una reciente encuesta señalaba que un 55 % de los canadienses están enfadados con las amenazas de anexión de Trump y un 37 % se sienten traicionados. Al mismo tiempo, un 66 % quiere que el Gobierno canadiense aplique aranceles de represalia a EE.UU.
Pero los constantes ataques de Trump están deparando algo positivo para el Ejecutivo canadiense: la popularidad del gobernante Partido Liberal se ha multiplicado desde enero, lo que ha permitido que la ventaja del opositor Partido Conservador, que llegó a estar 26 puntos por delante en los sondeos, haya desparecido, haciendo que las dos formaciones estén empatadas hoy en día en intención de voto.