Miami, 20 may (EFE).- A través de crónicas, textos de ficción y ensayos, 20 escritores y académicos latinoamericanos y españoles que viven en Estados Unidos miran hacia Cuba en la antología “Enviado Especial”, una idea del editor argentino Hernán Vera Álvarez, quien cree que “Cuba está dando vuelta en la cabeza de muchos latinoamericanos desde 1959”.
“Es un país que se ve con admiración, curiosidad o temor, por eso me parecía interesante ahondar en esas cuestiones, sobre todo a raíz de los últimos cambios que se están experimentando en la isla desde la muerte de Fidel Castro”, dice Vera Álvarez a Efe poco antes de presentar la obra este viernes en Miami.
La presentación, a la que asistirán algunos de los autores, como la puertoriqueña Anjanette Delgado, los venezolanos Camilo Pino y Luis Alejandro Ordóñez, el peruano Pedro Medina León y los argentinos Gastón Virkel y el mismo Vera, está enmarcada además en el 120 aniversario del nacimiento de Cuba como república, una fecha, el 20 de mayo, que el Gobierno comunista de la isla no celebra.
Si bien la revolución cubana resultó atractiva para los escritores latinoamericanos de los años 60, lo siguió siendo para otros de generaciones posteriores que, como se muestra en el libro, tenían una asignatura pendiente con la isla.
“Enviado Especial” (Suburbano Ediciones), un título que resume en dos palabras el oficio del periodista y a la vez la “mirada ajena”, desgrana con diversidad de estilos y géneros literarios cómo caló la propaganda de la revolución cubana no solo en Latinoamérica, sino además en España, país del que provienen dos de las autoras, Alba Lara Granero y María Mínguez Arias.
El volumen también muestra el interés que a lo largo de los años ha despertado Cuba en la academia estadounidense.
EL AEROPUERTO, LA CARA DE UN PAÍS EN “PERÍODO ESPECIAL”
Pero una cosa es mirar la isla desde lejos y otra bajarse en el aeropuerto de Rancho Boyeros, nombre que al periodista y traductor Juan Carlos Pérez-Duthie le sirve para calificar la terminal aérea, o sea, la cara de cualquier país. “Un rancho”, dice que le pareció.
Pérez-Duthie narra en una magnífica crónica de viaje lo que significó el “período especial” de los años 90, cuando el hambre arreció al desaparecer los subsidios de la extinta Unión Soviética.
Su crónica “El espacial del día” recoge pasajes singulares como la visita a la poetisa Dulce María Loynaz (1902-1997), Premio Cervantes 1992, en su casona habanera detenida en el tiempo.
Considerada una de las principales figuras de la literatura cubana y universal, la autora de “Jardín” “acariciaba un cepillo de dientes nuevo que le había llevado”, escribe Pérez-Duthie.
“Qué suerte tan triste la de este país. Le agradezco, estimado amigo, que haya venido a rescatarme del aburrimiento”, le dice ella.
Según Camilo Pino, novelista y periodista venezolano que vive en Miami, “Cuba es un relato” que comienza con “un ogro” que “aterroriza a una isla, esclaviza a sus pobladores, prostituye a sus mujeres, vende a sus niños”. Ese “ogro”, afirma en su crónica, tiene nombre y no es el que le indicaron desde niño, en alusión al dictador Fulgencio Batista.
“Yo era un adolescente que me enteraba de lo que pasaba en la isla a través de los García Márquez, Córtazar y Cardenales del mundo…”, escribe Pino.
La escritora puertorriqueña Anjanette Delgado entrega un hermoso relato de amor movido por el encierro de la pandemia, cuando su marido cubano prefiere proteger su trabajo en lugar de protegerse a sí mismo y a la pareja.
Delgado, que según dice es más dada a escribir que a investigar, se ve precisada a buscar razones en la literatura, la música y la prensa de asuntos cubanos, hasta confeccionar una guía particular y humorística sobre “Cómo querer a un cubano”.
Así como en el libro los argentinos deconstruyen la camiseta que algunos de ellos usaron con la imagen del Che, los peruanos se preguntan cómo fue posible que 10.000 cubanos aparecieran de la nada y acamparan en 1980 en el centro de Lima, en un país que precisamente no estaba en la ruta de la búsqueda de El Dorado.
“Muchos textos son críticos con la política de la isla pero otros observan curiosidades y en ello, indirectamente, se pone de relieve aspectos poco favorables de la sociedad norteamericana”, dice a Efe el editor.
Hacia el final del libro, el argentino desliza una viñeta para recoger la muerte de Castro desde el restaurante Versailles de la Pequeña Habana, cuna del exilio cubano.
“La muerte de Castro hoy ocupa las tapas de los diarios, pero sabemos que lentamente les cederá el espacio a otras noticias. La obra de Reinaldo Arenas como la de tantos otros escritores cubanos sigue allí, saludable e iconoclasta como cualquier celebración que honra el derecho a la libertad”, escribe Vera Álvarez.