Guadalajara (México), 16 sep (EFE).- El rebozo, una de las prendas mexicanas más tradicionales, dejó de ser un artículo usado solo por las mujeres indígenas de México para convertirse en un elemento decorativo de alto costo, que también es usado por los hombres y en las labores de crianza entre las nuevas generaciones.
Antes, cuando se pensaba en la imagen de una mujer con traje típico mexicano, venía a la mente la figura de una persona que portaba una blusa con olanes, un faldón largo y una prenda de tela lisa entre los brazos o en la cabeza con colores diversos.
Se trata del rebozo, un chal o prenda rectangular larga que acompañó a las mujeres desde la conquista y que era utilizado con múltiples propósitos.
Arturo Estrada es un artesano que, desde hace décadas, se dedica a hacer rebozos y a experimentar con las técnicas tradicionales y los teñidos.
Contó a Efe que esta prenda surgió como un elemento que usaban las mujeres para cubrirse, para cargar a sus hijos o para acarrear la leña para preparar el fogón, entre otros insumos necesarios para sus actividades diarias.
“Es una prenda que acompañaba la indumentaria de la vida cotidiana, para cargar la leña, para cubrirse del sol o entrar al templo, era una prenda utilitaria más que otra cosa”, dijo Estrada, quien expone algunas de sus artesanías en el Museo de las Artes Populares, en la ciudad mexicana de Guadalajara.
De acuerdo con el Instituto Nacional Para los Pueblos Indígenas del Gobierno mexicano, el rebozo nació cuando la Iglesia católica impuso a las mujeres indígenas cubrirse la cabeza para ingresar a los templos, por lo que ellas comenzaron a tejer los chales con hilos que eran usados para elaborar otras prendas como el “ixtla”.
Con el tiempo fueron utilizando otras fibras como la lana y el algodón blanco, además de la seda, que le dio la forma a los rebozos que actualmente son conocidos en todo el mundo.
“Era una prenda muy común, barata, que ellos mismos trabajaban, había hombres y mujeres trabajando estas técnicas, pero era muy tradicional, eran bicolores, sin tantas texturas, simplemente era para el uso cotidiano”, explicó a Efe, Aldo Arellano, especialista y colaborador de la Casa del Rebozo en el céntrico estado mexicano de San Luis Potosí.
Con el tiempo, los indígenas fueron especializándose y mejorando sus técnicas de tejido, dándole a estas prendas nuevas formas, texturas y diversos colores al usar distintas tintas para teñir los hilos, continuó.
UNA ARTESANÍA ELITISTA
El rebozo pasó de ser una artesanía a una prenda de lujo, que es usada incluso como blusa o vestido, según el ancho que tenga.
En las tiendas de moda son vendidas por miles de pesos mexicanos, lo que ha propiciado que surjan copias baratas o extranjeras elaboradas con materiales menos resistentes a los tradicionales.
“Creo que los cambios que ha sufrido el proceso y el uso es que es un accesorio elegante, de lujo, incluso costoso, no solo económicamente, sino porque cuesta mucho trabajo (hacerlo)”, declaró el artesano Arturo Estrada, originario del poblado de Santa María del Río, considerado la cuna del rebozo.
Desde hace cuatro décadas, Estrada se dedica a la elaboración de los rebozos y, al darse cuenta de que las mujeres dejaban de usar este artículo por considerarlo antiguo o propio de las comunidades indígenas, decidió innovar en las técnicas y darle una nueva apariencia y que las nuevas generaciones quisieran utilizarlo.
“Estábamos buscando una forma de utilización para un evento social o para dirigirnos a la juventud y que quieran usar un rebozo, que no sea como el de nuestras abuelitas o el de la indumentaria típica mexicana”, aseguró.
Las prendas trabajadas artesanalmente son únicas porque sus hilos son teñidos casi al mismo tiempo en que son tejidos y el tiempo de elaboración puede durar desde un mes hasta un año.
Arellano, curador y especialista, señaló que el uso del rebozo auténtico se volvió “bastante elitista” por los precios en que son cotizados, aunque también se han popularizado los que son hechos en artisela, con un hilo grueso de rayón, sustituto de la seda y que es más económico y fácil de trabajar.
Desde hace unos años, las nuevas generaciones retomaron esta prenda para ayudar a la crianza de niñas y niños, pues se cree que amarrar a los bebés en el rebozo, también conocido como fular, ayuda al apego con los padres.
Ese uso viene desde 1800 cuando (las mujeres) lo usaban para cargar a los niños e irse a trabajar al campo y a la fecha sigue siendo tendencia, además de que se ha promovido que el uso del rebozo sea también para los hombres, va evolucionando todo”, concluyó Arellano.