Ciudad de México, 2 ago (EFE).- El lente de la fotógrafa mexicana Sandra Blow es desobediente. No complace cánones de belleza de rubios de ojos azules, y es que la artista visual dice a EFE que el clic de su cámara desprende un “glitter radiactivo” que incomoda porque encandila con la verdad, una que será expuesta en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.
Vestida de rojo carmín y con un rosario blanco que se desliza entre sus uñas postizas, la originaria de Atizapán de Zaragoza, Estado de México, afirma que sus 19 fotografías fueron seleccionadas para la exposición Líneas de Pertenencia del MoMA porque son “auténticas” y vienen de alguien que “todavía siente”.
Para Blow -quien tomó prestado el apellido de la editora de moda británica Isabella Blow (1958-2007)- la “autenticidad” es un “espejo” donde uno tiene que mirarse por dentro y por fuera, y eso lo hizo hace 15 años, cuando inició su trayectoria artística.
“Cuando empecé a tomar fotos quería hacer moda, estar en las revistas, son cosas que te impresionan cuando eres más joven, pero las modelos que salían ahí era muy importante que fueran rubias, delgadas y altas”, reflexiona.
El reflejo latino, queer y disidente que Blow desprendía no era parte de esa industria, aunque ella sabía que el brillo de esas identidades ya resplandecía en la vida nocturna de la Ciudad de México.
La fiesta oscura de “la ciudad monstruosa” se convirtió en el escenario donde el lente de Blow, de manera casi mística, adquirió la habilidad de detectar la radiación de las personas.
“Como los cuervos cuando persiguen un objeto brillante o los peces que salen del abismo para ver la luz”, confiesa.
Así ocurrió cuando fotografió a su amigo fallecido, el artista de la comunidad LGBTI+ Alan Balthazar, a quien retrató en 2017 como una virgen con senos de metal y un ramo de flores amarillas entre las manos; imagen que es parte de la exhibición del MoMA y será inaugurada el próximo 9 de septiembre.
Deconstruir el símbolo religioso

Para explicar este brillo que ve en las personas, Blow indaga en sus primeras memorias y encuentra un recuerdo -que muchos niños mexicanos tienen- y es el de ir a la Iglesia (católica) con la familia.
“Siempre fui de observar todo: a la gente y a las vírgenes. Era como un escape. Tal vez pasé tantas veces mirándolas que ahora encuentro un cierto confort en ellas, a diferencia de los cristos, que representan una imagen bastante más violenta”, revela.
Y es que más allá de la fe, la Virgen es un “símbolo de lo latino”, como la Virgen de Guadalupe lo es para México, además de “un estandarte que muchos chicanos (mexicanos en EE.UU.) han utilizado para hablar de su mexicanidad”.
Sobre esta deconstrucción del símbolo religioso para enaltecer lo latino -y las críticas que recibe por grupos conservadores apegados al catolicismo- Blow destaca, por ejemplo, los casos de los artistas: Fabián Cháirez o la diseñadora chicana Ella Loca.
A sus 34 años, Sandra Blow no hace fotos pretendiendo provocar algo, incluso sabiendo que sus imágenes viajarán al país gobernado por Donald Trump, cuya administración ha implementado políticas regresivas para la comunidad LGBTI+.
Aunque, enfatiza que su trabajo visibiliza identidades diversas que “existen y resisten”, y que no van a ir a ningún lado.
Precariedad y talento

La fotógrafa que compartirá espacio en el MoMA con grandes exponentes del arte, como Vincent van Gogh o Wassily Kandinsky, admite que “ha querido tirar la toalla” debido a la precariedad que enfrentan las personas creativas.
“Llevo 15 años haciendo esto y traigo 50 varos (unos 3 dólares) en la bolsa. ¿Por qué, si soy buena, si le echo ganas, trabajo, soy honesta y puntual, como muchas otras personas creativas, estamos así”, sentencia para señalar que la libertad artística no debería estar marcada por el hambre o incluso la sed.
El esfuerzo, la estética queer y hasta la publicación de los primeros poemas de la mexicana conviven en ‘Sandra Blow XV’, un fotolibro que celebra sus 15 años de trayectoria y se presentará el próximo 15 de agosto en la Ciudad de México.