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Director cubano exiliado hace 60 años: el artista es disidente por definición

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Miami, 20 oct (EFE).- “Los artistas somos por definición disidentes de la realidad”, dice a EFE el cineasta cubano Orlando Jiménez Leal, quien tomó el camino del exilio después de que Fidel Castro prohibiera su cortometraje “PM” en 1961 y advirtiera a los que protestaron: “contra la revolución nada”.

Fotografía cedida por el cineasta cubano Orlando Jiménez Leal (c) donde aparece junto al cineasta español Néstor Almendros (i) y el editor Michel Pion durante el montaje de "Conducta impropia", un documental de 1983 que trata sobre la persecución de homosexuales e intelectuales en Cuba desde los inicios de la Revolución Cubana hasta los primeros años 1980. EFE/ Orlando Jiménez Leal SOLO USO EDITORIAL SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)

“Eso fue un antes y un después, nos abrió los ojos”, dice Jiménez Leal, quien lleva 61 de sus 81 años exiliado y recibirá este jueves un premio a su carrera en el Museo Americano de la Diáspora Cubana en Miami.

Jiménez Leal se fue de Cuba el 2 de enero de 1962 y nunca más ha regresado, porque, aunque admite que le produce “curiosidad”, le parece “bochornoso” tener que pedir permiso para entrar, según dice en una entrevista con EFE.

Cuando los intelectuales le preguntaron a Castro después de la censura a “PM”, codirigido por Sabá Cabera Infante, si había libertad en Cuba, respondió que “dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”, recuerda el director, que, entre otros filmes, dirigió con León Ichaso “El súper” (1979), un largometraje presentado y “aplaudido” en la Mostra de Venecia.

El recién creado Archivo del Cine Cubano de la Diáspora, una iniciativa surgida en la Florida International University (FIU), le entregará este jueves un premio por su carrera.

EL ANTES Y EL DESPUÉS DEL CORTO “PM”

Los fundadores del archivo, el cineasta cubano Eliecer Jiménez Almeida y el catedrático español Santiago Juan-Navarro, consideran que “PM”, un corto documental sobre la vida nocturna en los barrios bajos de La Habana, es el “kilómetro cero” del que arranca el cine cubano en el exilio.

Para Jiménez Leal es exactamente eso: el arranque de una vida fuera de Cuba con paradas en EE.UU., Puerto Rico y España . Desde hace nueve años vive otra vez en Miami.

Aunque dice que su memoria de la vida en el exilio está “envejecida” y la anterior en Cuba, por el contrario, fresca, el cineasta recuerda perfectamente su paso por Madrid durante los años finales del franquismo, lo que él llama franquismo “aguado”.

Por entonces estaba dedicado a hacer comerciales, que fue su medio de vida también en Estados Unidos y la manera de financiar los filmes que anhelaba hacer.

Uno de esos comerciales lo vio Julio Iglesias en Puerto Rico y como le gustó, le contactaron para dirigir “Me olvidé de vivir” (1980), de la que recuerda sobre todo a su protagonista, una “encantadora persona” y un “buen actor” capaz de improvisar.

Antes había presentado en Venecia “El súper”, dirigido con León Ichaso. Dice que es un “filme neorrealista cubano” que “abrió los ojos a muchos que tenían una idea fija de la revolución” al presentar las vidas truncadas de los exiliados en EE.UU.

BORRAR LA MEMORIA

Amigo del director de fotografía cinematográfica Néstor Almendros, con quien dirigió el documental sobre la represión de los homosexuales en Cuba “Conducta impropia” (1984), y del escritor Guillermo Cabrera Infante, que se fueron al exilio como él, Jiménez Leal dice que en Cuba no lo han podido “borrar de la memoria” y se ha transformado “en un fantasma que regresa”.

Jóvenes cineastas cubanos independientes, muchos de ellos también fuera de Cuba, buscan sus películas y se declaran admiradores suyos, asegura con orgullo.

Las autoridades no se meten con él. “Como se dice en francés, tienen (los que gobiernan en Cuba) otros gatos que azotar”, dice mencionando a “los manifestantes que piden agua, luz o libertad” en las calles de Cuba y a los “artistas presos”.

Jiménez Leal ya no hace películas pero sigue muy conectado al cine y atento a las novedades en plataformas como Netflix, aunque confiesa que está sobre todo leyendo libros que ya había leído y viendo filmes clásicos.

“El cine ha cambiado mucho, sobre todo en lo que tiene que ver con la incorporación del medio digital. Antes se necesitaba verdadero talento para triunfar en el cine, había que saber de técnica y de cuestiones de la industria, ahora hay oportunidades para muchos más, pero también mucho cine basura”, subraya.

Con el paso de los años sus gustos cinematográficos han cambiado.

La “arrogancia de la juventud” le hacía considerar “Milagro en Milán” (1951), de Vittorio De Sica, una película menor, mientras que a los 81 años le parece una “obra maestra”.

De “Blonde”, el filme de Andrew Dominik sobre Marilyn Monroe estrenado recientemente, dice que le produce “una mezcla de sentimientos” y salva el “excepcional” trabajo de la actriz cubano-española Ana de Armas.

Entre las cosas que sabe que ya no podrá hacer está una película que iba a llamarse “Cuba no existe”, parafraseando al escritor ruso exiliado Vladimir Nabokov, quien en una entrevista proclamó que “Rusia no existe”.

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