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De una “Momia” a un “niño Spielberg”, los resucitados y redimidos del Óscar

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Mesa América, 5 mar (EFE) – Algunos fueron relegados; otros, olvidados; algunos más, simplemente menospreciados. Ganen o no, para nominados como Brendan Fraser, Ke Huy Quan y Jamie Lee Curtis los Óscar 2023 suponen un renacimiento.

LA “DESMOMIFICACIÓN” DE FRASER

Brendan Fraser vive una “desmomificación”.

Para empezar, quitarse la etiqueta de “producto” de películas taquilleras (“The Mummy”, 1999) y comedias fáciles (“Bedazzled”, 2000), pese a haber participado en “Crash”, un drama ganador en 2006 del Óscar a la mejor película… más allá de la polémica que aún genera esa elección.

En sentido metafórico, salir del “sarcófago” en el que estuvo por años uno de los actores más famosos de los noventa pero transformado en un “juguete roto”: lesiones por acrobacias en filmes como “George of the Jungle” (1997), un doloroso divorcio en 2017, depresión por el acoso sexual que sufrió, películas intrascendentes.

Para “The Whale”, se metió en la piel de Charlie, un hombre de 265 kilos de peso, lo que le implicó sumarle una prótesis de 130 kg al peso que ya había ganado últimamente.

Ahora, a menos que Austin Butler (“Elvis”) se lo impida, recibirá la estatuilla dorada por un papel muy poderoso en lo emocional que le permitió revivir su carrera y ganarse el respeto de colegas, críticos y cinéfilos.

EL REGRESO DE UN “ONE HIT WONDER”

Haciendo una analogía con la industria musical, Ke Huy Quan era un “one hit wonder” en Hollywood.

Así a muchos no les suene su nombre, algunos lo recordarán como el niño vivaz de “Indiana Jones and the Temple of Doom” (1984) y tal vez también por compartir pantalla con Sean Astin, Corey Feldman y Josh Brolin en “The Goonies” (1985), dos historias con el sello de Steven Spielberg.

Tras el brillo de esos dos primeros papeles, prácticamente la nada. Hasta 2021, entre video-clips, series de televisión y filmes de dudosa calidad, solo se dejó ver once veces.

Pero en 2022, se convirtió en Waymond, uno de los personajes preferidos de ese fenómeno llamado “Everything Everywhere All at Once”.

Nada mal para ese niño vietnamita-estadounidense que acompañaba a “Indy” y ahora es el “seguro” ganador como mejor actor secundario, con permiso del tándem Brendan Gleeson-Barry Keoghan (“The Banshees of Inisherin”).

MÁS QUE UNA “NEPOBABY”

Ser hija de dos leyendas como Janet Leigh y Tony Curtis es tan bueno como malo y eso lo sabe Jamie Lee Curtis.

Con el creciente debate de los “nepobabies” (los “hijos de…”), reconoce abiertamente que sus dos primeros papeles importantes en televisión y cine (“Operation Petticoat” -1977- y “Halloween” -1978-) fueron gracias a papá y mamá.

Una ventaja convertida en pesada losa pese a destacadas interpretaciones en películas como “A Fish Call Wanda” (1988), “True Lies” (1994) y “Freaky Friday (2003).

Ahora, gracias a su papel antagónico en “Everything Everywhere All at Once”, brilla con luz propia como una de las favoritas a mejor actriz de reparto, galardón que ya recibió hace una semana en los Premios del Sindicato de Actores (SAG Awards, en inglés).

A LO GARDEL: QUE 29 AÑOS NO ES NADA…

Si hay alguien que pueda arrebatarle el triunfo a Curtis, es Angela Bassett, nominada nuevamente… 29 años después.

En 1994, compitió como mejor actriz por “What’s Love Got to Do with It”, a lo que siguieron “Strange Days” (1995), infravalorada cinta de Kathryn Bigelow, y su reciente “reencauche” para el gran público como la reina Ramonda en “Black Panther” (2018).

Justamente ese personaje, que repitió en “Avengers: Endgame” (2019) y ahora con un mayor protagonismo en “Black Panther: Wakanda Forever” tras la inesperada muerte de Chadwick Boseman, la puso en la discusión a la mejor actriz de reparto.

De lograrlo, además le daría la primera estatuilla dorada en una categoría de interpretación a la factoría Marvel, ya que las 6 que tiene son por aspectos técnicos y en animación.

ESA “ARMA SECRETA” LLAMADA BILL NIGHY

Previamente nominado, e incluso alguna vez ganador, en los Bafta, los Globos de Oro y los premios Tony, es casi un actor “genérico”, con poca recordación.

Y eso que en casi 50 años de carrera ha participado en más de 150 producciones como “Underwold” (2003), “The Boat That Rocked” (2009), “About Time” (2013), “Emma” (2020) y sagas como “Pirates of the Caribbean” y “Harry Potter”, en actuaciones llenas generalmente de una contenida simpatía, de la misma forma que intenta que pase desapercibida la enfermermedad de Dupuytren por la que sus dedos anular y meñique siempre están cerrados hacia las palmas de sus manos.

Características que, sin embargo, no le impidieron robarse el show en “Love Actually” (2003), con la escena de un videoclip-parodia a lo Robert Palmer y una canción en la voz de esa desenfadada pero decadente estrella llamada Billy Mack.

Ahora, esa especie de “arma secreta” como acompañante de lujo o antagonista, logra su primera nominación al Óscar, por “Living”. Aunque parece imposible, de triunfar se convertiría en el tercer intérprete de mayor edad en ganar como mejor actor, con 73 años.

ESCENA POSCRÉDITOS

“Solo ser propuesto para un Óscar ya es un orgullo”. Eso dicen todos… menos quienes están entre los máximos nominados de la historia sin nunca haber ganado.

Este año, faltaba más, repiten dos “habituales” de esa nada envidiable lista.

Diana Warren, la “líder” femenina tras trece nominaciones por películas como “Mannequin” (1987), “Armageddon” (1998) y “Pearl Harbor” 2001) sin una sola estatuilla dorada, se apunta de nuevo en la categoría de mejor canción original, ahora con “Applause”, de “Tell it Like a Woman”, que competirá, entre otros, con los ya oscarizados Lady Gaga y David Byrne y la debutante Rihanna

Entre tanto, Daniel Sudick, con su decimotercera nominación en mejores efectos especiales (“Black Panther: Wakanda Forever”), se acerca también al récord de “mayor perdedor de la historia”, el del estadounidense Greg P. Russell: dieciseis veces en las papeletas para mejor sonido sin recompensa alguna.

Para Warren y Sudick, un premio este año sería una redención personal, aunque parece difícil que lo logren.

Por Edwin Álvarez Toro

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