Nueva York, 5 jun (EFE).- El Programa Inmersivo del festival de Tribeca abre sus puertas mañana para enseñar el futuro del arte, una exposición vanguardista de dos plantas en la que los visitantes podrán dejar que la inteligencia artificial (IA) les juzgue por su apariencia o sumergirse, gracias a gafas de realidad virtual y realidad aumentada, vivir en una casa ucraniana en medio de la guerra con Rusia o sentir los efectos de una terapia de conversión electroconvulsiva.
La muestra, que se encuentra en Water Street Associates Building en el Distrito Financiero de Manhattan, recoge obras de once artistas internacionales.
Una IA que juzga a los humanos

Una de las primeras obras que recibe a los visitantes es un “confesionario” sin paredes en el que los visitantes se pueden sentar y dejar que una IA les juzgue en base a su apariencia.
La IA generativa, que puede “ver” gracias a una cámara, en cuestión de segundos, dice si la persona que está sentada en el confesionario le parece agradable o no y empieza a indicar, vía texto, varias suposiciones de la persona.
Octavian Mot, uno de los artistas detrás de esta pieza, comenta a EFE que la IA siempre le describe como: “un 'hipster' gordo y calvo”, mientras que a Daniela Nedovescu, la otra artista encargada de la obra, la suele describir como “una fundadora de una 'startups' fallida” y si va de negro como “una componente de una banda emo”.
Los artistas rumanos explican que programaron esta IA para que sea capaz de dar una “opinión directa” y resalte “cualquier prejuicio que exista”.
“Si subo una imagen mía a ChatGPT, por ejemplo, el chatbot dirá: 'Parece un buen tipo, bla, bla, bla'. Es decir, sería muy educado. Pero, por otro lado, no destacaría estos prejuicios ni estereotipos. Gran parte del trabajo que hemos hecho aquí se centra en que los modelos se sientan seguros y puedan decir lo que quieran”, explica Mot.
La segunda parte de esta obra es 'AI ego', que está compuesta por múltiples televisores de los años 90 en los que, si la IA ha decidido que le cae bien la persona que se sentó en el confesionario-lo que pasa en 80 % de los casos-, se reproducen en las pantallas de la muestra versiones alteradas de esa persona.
Del puente de Brooklyn a las ruinas de Ucrania

Otra de las instalaciones de la muestra recreo una casa decorada con muebles de Ikea: por la ventana se ve el puente de Brooklyn, hay una mesa con cuatro sillas, un sofá y una puerta; pero una vez que el visitante se pone unas gafas de realidad mixta entra en una casa ucraniana y por la ventana ahora se ve un jardín con girasoles, en la mesa hay platos típicos y en el sofá un gato.
A medida que pasan los capítulos, el lugar -basado en una casa real de una familia ucraniana- se va trasformando, hasta tal punto que cuando se produce la invasión y posterior guerra con Rusia, la casa se vuelve un amasijo de escombros iluminados por velas en un gélido invierno.
“El capítulo cuatro trata sobre la reconciliación y la esperanza de un nuevo comienzo”, anota a EFE Ondřej Moravec, uno de los creadores del proyecto.
En tanto, en ese último capítulo se ve como la casa está siendo reconstruida, hay fotos de la familia acudiendo a protestas en las paredes y el gato tiene un vendaje en una de sus patas.
Sentir una terapia de conversión electroconvulsiva
La obra 'In the Current of Being' va un paso más allá para contar la historia de Carolyn Mercer, una mujer transexual que fue sometida de joven una la terapia de conversión electroconvulsiva. La terapia virtual ya no se hace solo con gafas de realidad mixta, sino que se viste al visitante con un chaleco, unos mangitos y unos guantes hápticos.
Estos artefactos permiten que el usuario sienta su corazón latir con fuerza a medida que Mercer relata su historia, o notar una gran presión en el brazo derecho cuando Carolyn es sometida a la traumática terapia de conversión, tratamiento que sigue siendo legal en Estados Unidos.