Redacción y fotos:
Patricia Serrano | [email protected]
Colaboración: Enlace Latino
La devastación provocada por el huracán Helene en el oeste de Carolina del Norte puede verse con crudeza en Swannanoa, un pequeño pueblo del condado de Buncombe que se formó y creció en el valle del río con el mismo nombre. Un lugar con una comunidad latina en crecimiento, que hoy lucha para mantenerse en pie tras la tormenta.
Swannanoa fue lo que algunos llaman la zona cero del huracán, porque en ese estrecho valle la crecida histórica del río destruyó el pueblo casi en su totalidad. Y también se llevó la vida de muchas personas.
HISTORIAS
En Swannanoa viven apenas unas 8 mil personas y casi el 12 por ciento de la población se identifica como hispano o latino, según los datos del último censo. Entre ellos se encuentran las familias de Daniel Rueda y Paulina Hernández; de Beatriz Miguel de la Cruz y Eric Cruz; y, de Ofelia Ortiz Sánchez.
Las tres familias vivían en casas móviles en distintos parqueaderos o terrenos del pueblo, algunas muy cerca del río, otras a cien metros. En los tres casos las casas desaparecieron: se las llevó el río.
SEGUIR TRABAJANDO
El río Swannanoa se llevó las siete casas móviles que Daniel Rueda y Paulina Hernández, originarios de Veracruz, México, habían logrado comprar en casi dos décadas de trabajo. Todo lo que poseían (muebles, herramientas, hasta las ventanas y puertas que guardaban para construir una casa propia) se fue con la corriente.
Ahora viven en el sótano de la iglesia hispana La Casa del Alfarero, mientras siguen trabajando, apoyan a la comunidad y esperan reconstruir lo que perdieron.
El matrimonio, con 19 años en el área, había logrado ser dueño de las 7 casas móviles que existían en el parqueadero. Una la habitaban ellos junto a su hijo Conner de 12 años y el resto las alquilaban, dos de ellas a sus otros dos hijos, ya mayores con familia propia, y el resto a diferentes inquilinos.
SIN “PAPELES”
Por su parte, Beatriz Miguel de la Cruz siente que ella y su familia en este momento están solos, porque el huracán los dejó sin casa y hoy viven en una habitación prestada en el centro de Asheville.
Residente de Swannanoa desde hace quince años, sin documentos y sin ayuda oficial, Beatriz asegura que, a pesar de que sus hijos son ciudadanos americanos, la aplicación para recibir ayuda de FEMA les fue negada.
Beatriz tiene 37 años y trabaja en un asilo para personas mayores en Asheville: allí es donde le prestaron una habitación para que viva junto a su esposo Erik y sus tres pequeños hijos durante un tiempo.
HASTA LA CINTURA
La mañana del 27 de septiembre, Ofelia Ortiz Sánchez miró por su ventana y vio la casa del perro cubierta de agua. “Levántate, que me parece que el perro se ahogó” le dijo a su esposo. No había tiempo para mucho: lograron apenas rescatar algunos papeles y un auto mientras el agua seguía subiendo.
Todo lo demás (las camionetas de trabajo, el mobiliario, los electrodomésticos) quedó atrapado en la corriente. “No tuvimos tiempo para nada más, nos fuimos con lo puesto, sin zapatos” recuerda Ofelia, que ha vivido en Carolina del Norte durante 25 años.
La familia está compuesta por Ofelia (47), su esposo Nicanor Batalla Díaz (49), y sus tres hijos (Cristal de 25 años, Alejandro de 22 y Joan de 13). Temporalmente, viven en un cuarto prestado en la casa de la hermana de Ofelia, pero saben que no pueden quedarse allí para siempre.
Para estas familias, muchas de las cuales dependen de empleos en la construcción y servicios esenciales, la pérdida ha sido devastadora, afectando no solo sus viviendas, sino también su estabilidad laboral y acceso a recursos básicos.