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Campesinos mexicanos afrontan costos y clima para cultivar la flor de muerto

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Tixtla (México), 25 oct (EFE).- Campesinos mexicanos del valle de Tixtla, en el sureño estado de Guerrero, preparan la venta del cempasúchil, la flor tradicional para conmemorar el Día de Muertos, pero afrontan la inflación, lluvias y plagas, por lo que hay quienes piensan en abandonar esa actividad.

Campesinos mexicanos trabajan en un campo de flor de cempasúchil, el 24 de octubre de 2022, en el municipio de Tixtla, en Guerrero (México). EFE/Jose Luis de la Cruz

Desde la carretera que conecta con Chilpancingo, la capital de Guerrero, se observan los campos amarillos y rojos de los sembradíos de la flor cempasúchil o tapayola, y de la flor de terciopelo o pachole.

Campesinos mexicanos trabajan en un campo de flor de cempasúchil, el 24 de octubre de 2022, en el municipio de Tixtla, en Guerrero (México). EFE/Jose Luis de la Cruz

Pero al mismo tiempo hay decenas de terrenos abandonados que en otros años también florecían es esta época.

Gaudencio Flores, de 78 años, ha dedicado gran parte de su vida a producir la flor de muerto, pero ahora contempla dejar la siembra por la carestía de insumos y por su edad.

Además del arduo cultivo de flores al que destina entre tres y cuatro meses, él no es dueño de la tierra, por lo que debe alquilarla por 8.000 pesos (400 dólares) al año, tiempo en el que logra solo dos cosechas.

“Ya muchos vamos, inclusive yo, ya voy a dejar de trabajar, voy a entregar el terreno al señor por lo mismo, que mucha gente, ya no es negocio, muchos ya llegamos a viejos. Ya dimos todo”, expresó a EFE.

Algunas flores de las plantas de Gaudencio han crecido por completo, por lo que debe cortarlas para que no dañen el resto, con lo que se hacen cadenas que cuestan solo 5 pesos (25 centavos de dólar), pues al faltar varios días para el Día de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, nadie las quiere.

“Ni la chamba (trabajo) sale, aun así se venden aunque sea para sobrevivir, para comprar el refresco, las tortillas, de ahí sale”, dijo.

LA ESPERANZA VIVE

Alberto Cipriano Locena tiene 71 años y desde niño también se ha dedicado a la siembra.

Este año espera que la venta sea buena después de la pandemia de covid-19, pues hubo muchas pérdidas y además los insumos se encarecieron, como el polvo para fumigar.

Dijo que en estas fechas las flores están casi en su punto, por lo que requieren muchos cuidados.

“Al cempasúchil le cae agua y la tumba y la deja negra, hace mucho daño el agua. Lluvia, pero no tanta, por ejemplo ahorita ya no quisiéramos que cayera, se pone negra”, expresó.

Agregó que, con la lluvia, se reproducen más rápido las plagas y actualmente enfrentan una nueva que no conocían, por lo que no tienen la cura exacta, lo que los obliga a fumigar cada tercer día o mínimo cada semana.

INFLACIÓN MORTAL

Los productores de la flor de muerto también sufren estragos por la inflación, que en la primera quincena de octubre alcanzó una tasa de 8,53 % anual, incluyendo una subida de 15,09 % en agropecuarios.

Mario López Cortés tiene apenas seis años de haber empezado a producir flores y coincide en que la medicina, como le llaman al líquido para fertilizar, es lo más caro.

Actualmente rodean los sembradíos con rafia, un hilo para que el viento y la lluvia no derriben las plantas o las quiebre.

En el caso de terciopelo, detalló, en julio se termina de sembrar y el proceso lleva cuatro meses, mientras que cempasúchil se da en tres meses y su siembra concluyó en agosto.

Los productores esperan hasta el último momento para acordar precios y que todos vayan con el mismo o, de lo contrario, algunos perderían.

El año pasado el rollo de ambas flores llegó a los 80 pesos (4 dólares), precio que consideran “muy bueno”.

Las plantas permanecen en los sembradíos y las cortan conforme llegue un productor a comprar para que no se maltrate.

También es necesario que la venta sea de noche para que el clima de algunas regiones no las dañe.

Además de vender en el mercado, Tixtla es uno de los mayores productores de flores para el Día de Muertos de Guerrero, por lo que llegan compradores de municipios como Iguala y Acapulco, así como del estado de Morelos quienes en su mayoría son revendedores.

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