Montreal (Canadá), 26 abr (EFE).- Los 1,7 millones de musulmanes de Canadá, que suponen casi el 5 % de la población, no han logrado llevar el tema de la guerra de Gaza al terreno de juego electoral, pese al rechazo que entre ellos ha supuesto este conflicto que en un año y medio se ha cobrado ya la vida de más de 51.000 palestinos.
El Gobierno liberal del dimitido Justin Trudeau tuvo una actitud titubeante sobre la guerra, y en septiembre pasado accedió a suspender 30 permisos de venta de armas a Israel, pero no llegó a sumarse al embargo completo; tampoco su sucesor Mark Carney lo ha hecho.
Esta actitud choca con las grandes manifestaciones populares contra la guerra de Gaza que se han producido en ciudades como Toronto y Montreal, en un país donde las movilizaciones callejeras son raras.
Al comienzo de la campaña electoral, más de cien organizaciones islámicas de todo el país firmaron un manifiesto conjunto en el que pedían a sus seguidores informarse sobre cómo candidato “se pronuncia sobre Gaza, los derechos humanos, la islamofobia y la justicia económica”.
Acusaban en ese documento a “representantes políticos de distintos partidos de deshumanizar a los musulmanes, cuestionar nuestras lealtades (con Canadá) y lanzar acusaciones sin fundamento sobre nuestra comunidad”, pero no daban ningún nombre.
Es más, ese llamamiento se quedaba ahí y no se pedía votar ni por ni contra ningún candidato: “Debemos reconocer que nuestra comunidad es diversa en ideas políticas y representa un amplio espectro de visiones sobre la gobernanza y la política”, concluía.
En el barrio conocido como “El pequeño Magreb” de Montreal, donde abundan cafeterías, peluquerías y comercios con productos de Argelia, Marruecos o Túnez, se ven por aquí y por allá banderitas palestinas en tiendas o ventanas, pero no hay nadie que vincule la guerra de Gaza con las elecciones.
Kawtar, una argelina-canadiense que sale de una tienda de caftanes, dice que para ella estas elecciones son sobre quién va a gestionar mejor el país en medio de una crisis económica (por la guerra arancelaria) y existencial, pero no ve por qué su postura sobre Gaza, contraria a la guerra, tendría que condicionar su voto: “Canadá no es como Estados Unidos, esta guerra no es canadiense como es de ellos”, subraya.
Un grupo de muchachas con hiyab abundan en una idea parecida: “Aquí lo que nos jugamos son los derechos de los migrantes, de la comunidad LGTB o las medidas contra el cambio climático. De eso vas las elecciones, no de Gaza, por mucho que nos duela esa guerra”, dice Zineb, la más resuelta de todas.
Los conservadores cortejan el voto judío
La comunidad judía canadiense es mucho menor (entre 350.000 y 400.000 personas), pero muy influyente económicamente. Tradicionalmente inclinada hacia el Partido Liberal, se ha mostrado crítica con el exprimer ministro Justin Trudeau por los equilibrios que trató de hacer sobre la guerra de Gaza.
Este descontento ha sido rápidamente capitalizado por el líder conservador Pierre Poilievre, con la esperanza de ganarse el apoyo judío en ciertos distritos de Toronto y Montreal donde la comunidad de judía es más numerosa.
“La comunidad judía se siente, comprensiblemente, asediada, ya que estas marchas del odio (en alusión a las manifestaciones propalestinas) se han convertido en parte desgraciada de nuestra vida canadiense, y los liberales han fomentado esta división”, dijo Poilievre en una rueda de prensa este mismo mes.
Y el viernes, dos días antes de las elecciones, Poilievre se comprometió a expulsar del país a extranjeros que cometan “delitos antisemitas”, sin especificar qué se consideraría delito, una propuesta popular entre muchos de la comunidad judía.
Por su parte, el liberal Mark Carney, que sintió el peligro de alienarse a la poderosa comunidad judía, no quiso quedarse atrás y dijo en el último debate electoral de la pasada semana: “En Toronto y Montreal (hay gente) que teme ir a su sinagoga, a su centro comunitario, que teme llevar a sus hijos y dejarlos en la escuela. Es totalmente inaceptable”, clamó.
Y aunque el viernes Carney condenó el bloqueo israelí de alimentos y medicamentos en Gaza, este viernes durante un mitin en la localidad de Mississauga (en las cercanías de Toronto), el líder liberal fue interrumpido en dos ocasiones por un par de manifestantes propalestinos críticos con las políticas de Canadá. Los dos fueron rápidamente desalojados del recinto.
Lo que parece claro es que entre la clase política canadiense las quejas por el antisemitismo encuentran más rápidamente audiencia, como sucede en Estados Unidos, aunque sin haber llegado ni mucho menos a los extremos persecutorios de la Administración de Trump.