Washington, 1 jul (EFE).- La primera dama estadounidense, Jill Biden, no solo ha compartido casi medio siglo de vida con el presidente, Joe Biden. Es su confidente, su ancla y quien más le ha animado en los últimos días a continuar con su campaña por la reelección, pese a las críticas por su actuación en el debate.
Fuentes cercanas a la campaña cuentan a EFE que la primera dama sabe que su marido es un luchador y, aunque reconoce que tuvo una mala noche el 27 de junio contra el exmandatario republicano Donald Trump (2017-2021), considera que hay un camino largo por delante con más de cuatro meses hasta las elecciones de noviembre.
En los días posteriores al debate, Jill ha tenido que desplegar sus mejores habilidades, proyectando confianza y normalidad en cada aparición pública sin escatimar en elogios hacia su marido.
Sin embargo, según ella misma narró el día posterior al debate en un acto de recaudación de fondos en Nueva York, hubo también momentos de vulnerabilidad. Y es que, al concluir el encuentro con Trump, Biden se volvió a su compañera de vida para confesarle: “¿Sabes, Jill? No sé qué pasó, no me sentía tan bien”.
Ante sus dudas, ella mostró confianza. “Mira, Joe, no vamos a permitir que 90 minutos definan los cuatro años que has sido presidente”, le contestó.
Ese intercambio es hasta ahora el detalle más íntimo que se conoce sobre cómo el mandatario vio su propia actuación en el debate, en el que su voz sonó más ronca de lo habitual y, en ocasiones, tuvo dificultades para concluir algunas frases.
Pese a las críticas y las voces del Partido Demócrata que le piden que se retire, Jill está plenamente convencida de que su esposo puede ganar a Trump y, de hecho, si no pudiera ella sería la primera en decírselo, dijeron a EFE fuentes cercanas a la campaña.
Jill es una de las mayores consejeras de Biden, aunque él es una persona muy firme en sus convicciones y toma sus propias decisiones.
Según esas fuentes, ella es la “roca” de su vida, que le ha acompañado en momentos tan difíciles como la muerte de su hijo Beau en 2015 por un cáncer y el juicio este año contra su otro hijo Hunter, quien ha sido declarado culpable de tres cargos relacionados con la compra y posesión ilegal de un arma.
En el juicio a Hunter, la primera dama se sentó en primera fila y escuchó con entereza cómo se aireaban en público algunos de los peores momentos de la vida del hijo que crió tras la muerte de su madre, Neilia, la primera esposa de Biden y quien ha luchado durante años contra la adicción al alcohol y las drogas.
Durante el debate, Jill tuvo que aguantar los ataques de Trump hacia Hunter y también contra su marido, incluido el comentario que el republicano hizo cuando el presidente no pudo acabar una frase: “No sé qué dijo al final de esa frase. Creo que ni él mismo lo sabe”.
Después del debate, la pareja presidencial acudió a una celebración organizada por la campaña, donde Jill elogió la actuación de su esposo ante entusiasmados seguidores. “Respondiste a todas las preguntas, conocías todos los datos”, afirmó, para luego preguntar al público: “¿Y qué hizo Trump?”, a lo que la multitud respondió: “¡Mentir!”.
Ese momento, capturado en vídeo y amplificado en redes sociales, ha sido utilizado por medios ultraconservadores como The Drudge Report para insinuar, sin fundamento, que la primera dama manipula al presidente para que continúe en la carrera por la Casa Blanca.
Frente a estas acusaciones, Jill, quien ha evitado cualquier controversia durante sus tres años en la Casa Blanca, no se ha dejado intimidar y no se ha separado de su marido en todas sus apariciones públicas hasta ahora.
El pasado viernes le acompañó a un mitin en Carolina del Norte, luciendo un vestido negro con la palabra “Vote” (Vota) en blanco, y posteriormente participó en varios eventos de recaudación en Nueva York y Nueva Jersey.
“¡Cuando Joe cae, se levanta!”, clamó con determinación el viernes ante un grupo de donantes neoyorquinos. Y esa es precisamente la actitud de lucha que la pareja quiere demostrar cuando este lunes regrese a la Casa Blanca.