Naciones Unidas, 18 sep (EFE).- El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, será este año uno de los grandes protagonistas del arranque del 78 periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, un foro donde se dan cita los líderes de las grandes potencias pero al que este año faltarán algunos de los principales mandatarios del mundo.
Zelenski, que ya el año pasado participó por videoconferencia pese a las protestas de Rusia, será uno de los primeros en dirigirse en persona a la Asamblea en el arranque de las sesiones del martes, y al día siguiente se presentará ante el Consejo de Seguridad en una nueva sesión sobre Ucrania convocada esta vez por la presidencia de turno albanesa.
Sin embargo, el secretario general de la ONU, António Guterres, ya se ha encargado de rebajar las expectativas sobre si su presencia podría propiciar algún avance que frene la guerra en su país: “Para ser honestos, no veo en esta Asamblea General las condiciones para un diálogo serio sobre la paz. Creo que las partes están lejos de esta posibilidad en este momento”, reconoció Guterres en una entrevista emitida el sábado en la televisión de la ONU.
FRANCIA Y REINO UNIDO, UNA REPRESENTACIÓN REBAJADA
Por distintas razones, el Reino Unido y Francia han decidido enviar este año a delegaciones de segundo nivel, contrariamente a lo que viene siendo habitual y lo que sucedió el año pasado sin ir más lejos, cuando el presidente Emmanuel Macron encabezó la delegación francesa y la primera ministra Liz Truss la británica.
En el caso de Francia, las únicas explicaciones ofrecidas han sido los problemas de agenda: Macron alegó que debe quedarse en París recibiendo al rey Carlos III de Inglaterra, y durante el fin de semana al papa Francisco en Marsella. La delegación francesa la presidirá la jefa de la diplomacia, Cathérine Colonna.
La ausencia del primer ministro británico -por primera vez en una década- tiene aparentemente razones más políticas: según el diario The Guardian, Rishi Sunak no quiere enfrentarse a las críticas de los líderes mundiales ante la tibieza de su país con los compromisos para frenar el cambio climático, y más cuando este año este va a ser uno de los temas de la cumbre mundial.
RUSIA Y CHINA, AUSENCIAS ESPERADAS
Las otras dos grandes potencias con asiento permanente en el Consejo de Seguridad, Rusia y China, tampoco envían a sus jefes de Estado, sino a sus ministros de Exteriores, aunque en ambos casos esta ha venido siendo la tónica habitual en los últimos años.
La presencia de Vladímir Putin ya se daba por descartada desde que el pasado marzo la Corte Penal Internacional de La Haya emitiera un mandato de busca y captura contra él por crímenes de guerra. Desde entonces, no ha hecho un solo viaje al extranjero, ni siquiera a cumbres que se celebraron en “terreno seguro”, como la de los BRICS de Sudáfrica o la del G77+China de Cuba.
Será el histórico jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, quien traiga la voz de Rusia a la Asamblea, y por una cuestión de rango no podrá intervenir hasta la mañana del sábado, como ya sucedió el año pasado, para ofrecer a continuación una de las ruedas de prensa más concurridas de la gran cita de la diplomacia.
En cuanto a China, el presidente Xi Jinping redujo a cero sus viajes durante el largo confinamiento por la covid, y este año ha seleccionado muy bien sus dos únicos viajes: uno a Moscú en marzo y otro en agosto a Sudáfrica a la cumbre de los BRICS. Ni siquiera acudió el fin de semana pasado a una cumbre tan simbólica como la del G77+China en La Habana.
OTROS LÍDERES QUE SÍ ACUDIRÁN
Así las cosas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que no puede dejar de asistir como estado anfitrión, será uno de los pocos líderes mundiales que asistirá a los actos de la Asamblea, pero será también la ocasión de que brillen otros líderes en alza, como el brasileño Lula da Silva, el turco Recep Tayyip Erdogan, el israelí Benjamín Netanyahu o el iraní Ibrahim Raisi.
De los estadistas africanos, hay interés por ver quién envían los dos países que acaban de vivir un golpe de estado: Níger y Gabón, aunque ya existe el precedente de Mali, donde los golpistas impusieron su nuevo gobierno y fue de inmediato reconocido por la ONU, sin ponerle tantas pegas como las expresadas contra otros gobiernos de facto como los de Afganistán o Birmania.