Washington, 7 jul (EFE).- Estados Unidos dio este viernes por finalizada la destrucción de todas sus reservas de armamento químico, un hito que según el presidente, Joe Biden, acerca “un paso más a un mundo libre de los horrores” de ese tipo de armas.
Los dos últimos depósitos estaban en el condado de Pueblo, en Colorado, donde hubo unas 2.600 toneladas de gas mostaza en cerca de 780.000 municiones, y en el este de Kentucky. El primero destruyó sus últimas armas en junio y el segundo, llamado Blue Grass Army Depot, se dio por concluido hoy.
Este último contenía originalmente 523 toneladas de gas sarín, mostaza y VX en proyectiles y cohetes.
“Estados Unidos ha trabajado incansablemente durante más de 30 años para eliminar su arsenal de armas químicas. Hoy me enorgullece anunciar que ha destruido de forma segura la última munición de ese arsenal”, dijo Biden en un comunicado.
El mandatario demócrata subrayó que sucesivas administraciones habían determinado que esas armas no debían ni desarrollarse ni desplegarse más.
La destrucción completa del arsenal, subrayó, no solo cumple el compromiso adquirido con la Convención sobre las Armas Químicas, que veta precisamente su desarrollo, producción, almacenamiento, transferencia y empleo, sino que hace que sea “la primera vez que un organismo internacional verifica la destrucción de toda una categoría de armas declaradas de destrucción masiva”.
“Doy las gracias a los miles de estadounidenses que dieron su tiempo y su talento a esta misión noble y desafiante”, añadió Biden, que instó a aquellos países que no hayan ratificado esa convención a que lo hagan para que el veto global sobre ese armamento “pueda alcanzar su pleno potencial”.
Por su parte, el secretario de Estado, Antony Blinken, señaló posteriormente en un comunicado que la destrucción de las reservas de este tipo de armas por parte de EE.UU. da cuenta del “papel vital de la cooperación internacional y la transparencia en el control de armamentos y el desarme”.
Además, recordó que este “logro” da cuenta a su vez de la “amenaza que representa la posesión, el desarrollo y el uso de armas químicas”.
La Convención sobre las Armas Químicas entró en vigor en 1997 y, según su página web, otorgó a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) “el mandato de erradicar para siempre el flagelo de las armas químicas y de verificar la destrucción, en los plazos establecidos, de los arsenales de armas químicas declarados”.
La OPAQ precisa que 193 Estados se han comprometidos con la Convención y que el 98 % de la población mundial vive bajo su protección.
“Rusia y Siria deberían volver a cumplir con la Convención y admitir sus programas no declarados, que se han utilizado para cometer atrocidades y ataques descarados. (…) Junto con nuestros socios, no nos detendremos hasta que finalmente y para siempre podamos librar al mundo de este flagelo”, subrayó Biden.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estadounidenses apuntan en su web que Estados Unidos produjo armamento químico desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y hasta 1968 como método de disuasión frente a armas similares utilizadas por otros países.
Esas armas alcanzaron en Estados Unidos las cerca de 40.000 toneladas para finales de los sesenta y se almacenaron en un total de 9 depósitos en distintas partes del país. Aunque nunca se habían usado en el campo de batalla, añaden los CDC, se habían quedado obsoletas y deteriorado con el paso del tiempo.