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Prueban con éxito en Florida un potencial tratamiento contra la marea roja

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Miami, 17 mar (EFE).- Un grupo de expertos de la Universidad Central de Florida ha probado con éxito en la Bahía de Sarasota, en la costa oeste del estado, un potencial y “prometedor” tratamiento contra la marea roja, un fenómeno estacional cada vez más recurrente y devastador en el Golfo de México.

Fotografía cedida por la Universidad Central de Florida (UCF) donde se aprecia un corral impermeable que funciona como "tubo de ensayo gigante" sumergido en las aguas de la Florida (EE. UU). EFE/UCF /SOLO USO EDITORIAL/NO VENTAS/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA/CRÉDITO OBLIGATORIO

Las pruebas, lideradas por la bióloga y profesora de esa universidad Kristy Lewis y hechas en conjunto con el laboratorio marino Mote, suponen el primer test exitoso que se hace en aguas abiertas para reducir la marea roja, que suele producir la muerte masiva de peces y otros organismos marinos.

“Es bastante prometedor”, dijo este viernes a EFE Lewis, sobre los resultados preliminares de las pruebas a gran escala hechas entre fines de febrero y comienzo de marzo, y que están basadas en una técnica llamada “clay flocculation” que se basa en el uso de un tipo de arcilla.

Durante la experimentación, los investigadores colocaron ocho tubos de plástico, de 6 pies (1,8 metros) de ancho, que se extendían desde la superficie del agua hasta el suelo marino. Unos “tubos de ensayo gigantes”, en palabras de Lewis .

ARCILLA CONTRA MICROORGANISMOS

Los investigadores rociaron cuatro de esos tubos con arcilla tratada con un compuesto químico que, una vez en el agua, logró atraer al microorganismo Karenia brevis, que es responsable de la marea roja de Florida, y lo hundió en el fondo del océano.

Como explica Lewis, se han recogido muestras de agua para saber qué pasa con las toxinas de las algas cuando caen al fondo del océano y si es que permanecen latentes o activas.

Pero lo que parece seguro de señalar es que las pruebas “reducen un impacto agudo inmediato de la marea roja”, dice Lewis, entre otras cosas porque las toxinas no se liberan en el aire, que es lo que genera irritaciones en las vías respiratorias y ojos.

Las pruebas se hicieron al cabo de tres años en los que Lewis comenzó con test en laboratorios, luego en tanques de 20 litros y así fue escalando a entornos cada vez más grandes.

Durante ese tiempo, probó además el impacto de la arcilla en el ecosistema oceánico, en especial en invertebrados como los cangrejos azules, los erizos de mar y las almejas.

“Queremos asegurarnos de que la cura no sea peor que la enfermedad”, señaló.

Los próximos pasos se tomarán en función del resultado que arrojen las muestras, pero ya hay planes para investigar qué sucede si se usa este tratamiento cerca de lechos de pastos marinos y luego se distribuyen por la marea y las corrientes.

La experta muestra su confianza de que estas pruebas podrían dar paso a una “estrategia de mitigación” para un fenómeno que no hay manera de prevenir y supone un riesgo para la salud humana, entre otras cosas por las toxinas que liberan los peces que mueren a causa de la marea roja.

PÉRDIDAS PARA EL TURISMO

Significa también pérdidas millonarias, como lo reflejó un estudio de la Universidad de Miami, según el cual en el año 2018, cuando se produjo uno de los recientes grandes fenómenos de marea roja, se registró una disminución del 61 % de todo tipo de viajes a Florida.

La Comisión para la Conservación de la Pesca y la Vida Salvaje (FWC) de Florida ha advertido que hay marea roja en la costa oeste de este estado, en concreto en los condados de Pinellas, Sarasota, Charlotte, Hillsborough, Manatee, Collier y Lee, y más bajas en Monroe.

Solo en las playas de Indian Rocks Beach, en el condado de Pinellas, se han retirado en los últimos 11 días cerca de 6.000 libras (unos 2.700 kilos) de peces muertos de sus aguas, y otros 3.000 kilos en el condado de Manatee.

Lewis estimó que este año incluso podría producirse una confluencia de este fenómeno junto con el del sargazo, en vista de la masa gigante de algas marinas de hasta 5.000 millas de ancho (unos 8.000 kilómetros) que se desplaza por el Atlántico y podría enfilar hacia la costa del Golfo de México en Florida.

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